Abocados al sucedáneo de la Semana Santa

 Planteen una Semana Santa con cuatro, cinco o seis templos de referencia desde el que salgan las cofradías por un itinerario completamente aforado y perimetrado; para lo cual, entre otras cosas, las imágenes titulares de las hermandades que tengan sede canónica fuera de esos templos tuvieran que ser trasladadas de manera privada. Este escenario es posible, ¿pero eso sería Semana Santa, u otra cosa?

Piensen en una Semana Santa con cortejos limitados a unos pocos capirotes, con imágenes portadas en muy sencillas parihuelas con apenas cuatro cargadores, una decena a lo sumo, sin bandas y con muy poco público. O en una Semana Santa con las imágenes expuestas en el interior de las iglesias bajadas de sus camarines para recibir las visitas de devotos y curiosos.

Uno escucha eso de que la Semana Santa de 2021 será posible, pero siendo “muy distinta” a lo acostumbrada, y no le queda más remedio que acordarse de los Obispos del Sur, que con tanta inteligencia lanzaron aquello de “eviten sucedáneos”. Porque por más que duela estar dos años sin ver una cofradía en la calle, sin sentir el agotamiento de pies y riñones el Jueves y Viernes Santo, sin revestirse con la túnica de su cofradía o sin explicarle al niño por qué ocurre cada cosa que pasa por delante, la Semana Santa sólo puede ser como siempre la hemos conocido, sin raros experimentos, sin zapatos que no caben en la orma y que se quieren meter en el pie de la historia, la tradición y la autenticidad a toda costa.

De la Semana Santa vamos a echar de menos hasta los globos de Peppa Pig y otros personajes revoloteando en la cabecera de determinados cortejos, hasta la fila de sillas en la calle San Francisco que impide que el público normal presencie una procesión, o hasta al malage que siempre se pone en la esquina con ganas de pelearse con todo el que quiera pasar o cruzar -que ya es echar de menos-. “Por aquí no”, responde el malage con voz grave ensanchando los codos. Todo eso forma parte también de la Semana Santa; y si eso no está, no es Semana Santa. ¿O va a contratar el Consejo a un tío a que se recorra la carrera oficial con globos en la mano para que parezca que es lo que no es? “Déme un globo”. “No, si no se venden, es solo para que parezca que estamos en Semana Santa”.

La situación es dura, durísima. Los problemas económicos serán todavía más graves de lo que ya lo son para las hermandades. Quién sabe qué pasará con las bandas, las cererías, o la empresa que alquila las sillas de la carrera oficial. Pero la Semana Santa implica muchas cuestiones que si no se dan, y se dan todas en su conjunto además, no es Semana Santa. Y si el coronavirus impide que se puedan dar en 2021, como ya lo impidió este año, lo mejor es hacer caso a lo que ya dijeron los obispos del Sur, plantarse y mirar al futuro en lugar de andar buscando fórmulas abocadas al sucedáneo.

diariodecadiz

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