En Cádiz, el Año Jubilar de la Esperanza 2025, convocado por la Iglesia Católica y vinculado al 75 aniversario del Dogma de la Asunción, prometía ser un hito de fe, unidad y fervor cofrade. Sin embargo, la programación anunciada por el Consejo Local de Hermandades y Cofradías ha generado debate por su carácter limitado, dejando un sabor agridulce en una ciudad de profundas raíces cristianas. Aunque los actos previstos incluyen eucaristías, rosarios, besamanos y conferencias, carecen de la envergadura necesaria para movilizar a todas las hermandades y a la comunidad, desaprovechando el potencial transformador de este Jubileo. Con agosto y septiembre como meses clave, Cádiz aún tiene tiempo para rectificar y convertir esta celebración en un verdadero acontecimiento de fe compartida.
La programación, centrada en las hermandades del Nazareno del Amor, Cigarreras y Oración en el Huerto, todas con la advocación de la Esperanza, incluye actos significativos pero insuficientes. El triduo itinerante por parroquias, el besamanos magno del 12 al 15 de agosto, y las misiones de caridad previstas para agosto (con la Virgen de la Esperanza de Cigarreras visitando parroquias del interior) y septiembre (con Nuestra Señora de Gracia y Esperanza recorriendo hospitales y centros de mayores) son gestos valiosos. Sin embargo, la ausencia de una procesión extraordinaria, una propuesta inicial del Obispado que recomendaba una sola por localidad en mayo o agosto-septiembre, ha decepcionado a muchos cofrades que esperaban un evento de mayor impacto. Esta decisión, aprobada por la Delegación Diocesana tras reuniones con el Consejo, refleja una voluntad de evitar la proliferación de actos que diluyan la participación, pero ha dejado la sensación de una oportunidad perdida.
El Año Jubilar debía ser una convocatoria coral, no exclusiva de tres hermandades. Cádiz, con su rica tradición cofrade y su Semana Santa declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional, tiene el potencial de implicar a todas sus corporaciones en una celebración que trascienda lo formal. La falta de una comunicación clara y de una coordinación que fomente la participación de todas las hermandades ha generado críticas. La comparación con la Gran Procesión del Jubileo de las Cofradías en Roma, celebrada el 17 de mayo de 2025, es inevitable: un evento promocionado como mundial, pero marcado por la ausencia de una figura papal debido al cónclave en curso, dejó un vacío simbólico que Cádiz debe evitar. Un Jubileo no puede ser solo un escaparate; debe inspirar conversión, misericordia y unidad.
Agosto y septiembre ofrecen una ventana para revitalizar la programación. El besamanos magno, que reunirá a todas las titulares marianas de la ciudad, podría convertirse en un hito si se acompaña de conferencias sobre el Dogma de la Asunción y una promoción que movilice a los fieles. Las misiones de Cigarreras y Huerto, enfocadas en llevar la devoción a los más necesitados, tienen el potencial de encarnar la verdadera Esperanza: la que escucha y se entrega. Además, un rosario público el 16 de agosto, con la participación de todas las hermandades y sus insignias corporativas, podría reforzar el sentido de comunidad. Para que estos actos trasciendan, el Consejo debe convocar con antelación, comunicar con entusiasmo y garantizar que cada gesto refleje el espíritu jubilar.
Cádiz, una ciudad que respira fe en cada esquina, no puede conformarse con una agenda tibia. La Esperanza no es solo una advocación; es una llamada a la acción, a la fraternidad y a la renovación espiritual. El Consejo Local, liderado por Juan Carlos Jurado, y las hermandades tienen la oportunidad de rectificar, implicando a todas las cofradías y a la ciudadanía en una celebración que deje huella. Los cofrades gaditanos, definidos por su resiliencia y devoción, saben que la Esperanza brilla incluso en los momentos de incertidumbre. Con voluntad y corazón, Cádiz puede transformar este Jubileo en un faro de fe para 2025.