Hace dos años, a las puertas del teatro Echegaray, comenzaron las primeras protestas de abonados contra la Agrupación de Cofradías por el cambio de recorrido. Un grupo de personas, pito en mano y con proclamas contra el presidente, el trazado y un “esto no es Sevilla” empezaron a protagonizar titulares porque los famosos escraches habían llegado a un mundo tan particular como el cofrade. Luego se volvieron a ver en el pregón de la Semana Santa, el Lunes Santo al paso de Dolores del Puente por la plaza de la Marina (recuerden, el famoso “queremos luz”) o el Domingo de Resurrección al paso de los hermanos mayores por delante de las sillas.
Ya por aquel entonces hubo quienes entendieron y aplicaron el refrán de “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Pseudomedios convertidos en altavoces de los abonados, polemistas en redes e incluso partidos políticos que se aprovecharon de la situación para intentar conseguir adeptos a su causa. Fue su forma de decir que estaban con el pueblo, con los más afectados por esta situación. Las altas esferas buscaron su sitio aquí, en el pequeño búnker cofrade, por primera vez en busca de su beneficio contra otros: en la institución de San Julián no había amor y en los partidos sobraba empatía.
Por eso, sumaron su presencia conflictiva y colectiva a sus tradicionales actos: los comprometidos servidores públicos tocando campanas y apareciendo en las primeras filas de los actos, en las salidas alrededor de una nube de adláteres, e incluso metiendo hombro bajo un varal exterior. A muchos les pareció gracioso e incluso popular ver a sus políticos formando parte de algo que, en el fondo y en muchos casos, ni les va ni les viene, más allá de la estrategia política. Y siguieron copando espacios en pregones, presentaciones de carteles, e incluso en la presentación de los actos del Centenario en Sevilla. Entre Juanma Moreno y Carlos Herrera coparon un conjunto cero en el discurso que había que trasladar.
Y hoy, ¿dónde están? A veces se les aprecia pululando en los perfiles de redes sociales de algunas cofradías, pero nadie se atreve a dar soluciones. Ayer defendían la necesidad de crear una red de artesanos en la ciudad. Hoy los artesanos se las ven y desean para sacar nuevos proyectos adelante. Antes era bueno pasear entre traslados y cultos, ahora es tiempo de respetar a los hermanos y aforos reducidos en los templos.
La Semana Santa y las cofradías ya no les interesan a sus señorías. No van a encontrar en ellos protestas como en la hostelería, el ocio nocturno o el sector hotelero. Somos dóciles y nos conformamos con poco pese al movimiento económico que a lo largo del año generan las hermandades (sumen el gasto en flores, cera, arte, telas, ferretería, consumibles, alimentación… de todas las cofradías y echen cuentas). Las corbatas aprietan y el conformismo se asienta aunque entremos en la crisis cofrade más profunda del siglo XXI. Por eso no veremos protestas frente a la Casona.