¿Devociones o turismo?

En los últimos tiempos se vienen observando como nuestras cofradías se vienen convirtiendo en unas fuentes que proporcionan indudables beneficios económicos. A decir verdad, desde muy antiguo, nuestras cofradías en las calles siempre proporcionaran grandes beneficios económicos no solo al gremio de la hostelería, sino también a los antiguos costaleros, aquellos que por necesidades económicas se veían forzados a cargar con nuestros pasos durante las antiguas Semanas Santas para poder mitigar sus muchas necesidades familiares.

Sin duda alguna, esa fue una de las primeras prestaciones sociales que realizaban nuestras cofradías. Junto a las mismas, estuvieron los muchos vendedores ambulantes que recorrían los desfiles procesionales de nuestras cofradías, vendiendo sus modestos géneros.

En esos tiempos en los que las salidas procesionales, raras excepciones, solo se producían durante las Semanas Santas, los compromisos penitenciales se cumplían anónimamente, convencidos que realizarlos no estaban motivados por ninguna exhibición pública. Normalmente los comportamientos devocionales de los cofrades debían ser tan íntimos como privados.

En las numerosísimas salidas procesionales a lo largo de todo el año, muchas de ellas, sin ton ni son, (fuera de orden, medida, oportunidad u ocasión) aparte de ocasionar grandes trastornos circulatorios, provocan importantes aversiones, incluso entre muchos cofrades. Especialmente, porque con tantas salidas procesionales se vienen “descafeinando” el profundo significado religioso y penitencial que tienen nuestras Estaciones de Penitencias en Semana Santa.

Posiblemente, por estos motivos, últimamente, intereses ajenos a nuestras manifestaciones públicas de fe se quieren suplir por meros espectáculos turísticos, convirtiendo nuestros desfiles procesionales y compromisos devocionales en bellísimos espectáculos turísticos-cofradieros, pero carentes  de su verdadero sentido religioso y  penitencial. 

De esta manera, nos podrán despojar del sentido penitencial de nuestras cofradías. Y por ello por lo que jamás los cofrades podemos admitir que nos conviertan en meros figurantes de nuestros cortejos procesionales.

Nuestros sentimientos, compromisos y fieles cumplimientos con nuestras manifestaciones públicas de fe, es inadmisible que se conviertan en espectáculos cofradieros.

Ojo, que el que avisa no es traidor (se dice, para prevenir a alguien de que tendrá que atenerse a las consecuencias, si no se respeta lo  establecido). 

Fuente DiariodeJerez

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