El chocolate del loro

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Seguro que conocen la historia de aquella familia venida a menos a la que el padre reúne para contarles la situación que atraviesan y la necesidad de reducir gastos; pero la mujer no está dispuesta a renunciar a sus clases de inglés, ni la mayor a las sesiones de pilates, el hijo no piensa suprimir las escapadas de fin de semana y lo de darse de baja en el club ni se lo plantean. Al final alguien encuentra la solución: ¡suprimirle el chocolate al loro!

No es el caso de las hermandades, desde luego, pero cuando la necesidad aprieta, como ahora, la solución va más allá de reducir algunas partidas de gasto. Se trata de repensar la hermandad para mantener lo esencial e ir prescindiendo de actuaciones y gastos posiblemente muy arraigados, pero que pueden ser prescindibles.

No se me ocurrirá decir cuáles son los gastos que habría que suprimir, cada hermandad es un mundo, pero sí plantear dos herramientas que nos pueden ayudar.

La primera es la elaboración de un presupuesto base cero. A la hora de preparar el presupuesto para el próximo ejercicio los mayordomos suelen tomar como referencia el del año anterior y sobre él tratan de ajustar las distintas partidas. Ahora se trataría de partir de cero y replantearse toda la actividad de la hermandad ciñéndose a lo esencial: formación, caridad y cultos, y aún viendo si estas acciones se pueden desarrollar de otra forma que suponga menos gasto.

Es bueno repensar cada partida de gasto, comprobar su necesidad ineludible y en qué medida es ‘rentable’, es decir si es decisiva para el cumplimiento de los fines de la hermandad o prescindible.

Con respecto a los ingresos lo más prudente es contar como ingresos ordinarios sólo los de las cuotas de hermanos. Las rifas, tómbolas, donativos y subvenciones son ingresos extraordinarios que serán muy bienvenidos, si llegan, pero con los que no podemos contar para atender los gastos ordinarios, los de funcionamiento.

Todo esto exige el control y análisis mensual de las cuentas y para eso es necesario que la contabilidad se ajuste al Plan General Contable adaptado a las hermandades (disponible en la web del Arzobispado de Sevilla). Esta es la segunda herramienta a la que aludíamos más arriba, que además es imprescindible para la presentación de las cuentas anuales en el Protectorado Canónico.

Esto supone salir de la rutina y exige una buena dosis de generosidad, esfuerzo, capacidad de análisis y visión de futuro. Dirigir una hermandad es analizar el presente y tomar decisiones para desarrollar un proyecto de futuro, no gestionar sentimientos en un permanente bucle melancólico.

Hay una tercera herramienta, útil en algunos casos: las pólizas de crédito. No para consumirlas inmediatamente y luego amortizarlas, como si fueran un préstamo, sino para disponer de un remanente de tesorería en casos puntuales. Una póliza de crédito bien gestionada alivia muchas tensiones.

Seguro que los ‘cofrades con papeles’ argumentarán que éste es un planteamiento excesivamente mercantilista, que no se puede reducir una hermandad a términos económicos como si fuera una empresa, que los sentimientos religiosos no son reducibles a balances y presupuestos. Totalmente de acuerdo, pero si la hermandad no dispone de recursos económicos difícilmente podrá subsistir y dedicarse a sus fines.

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