El Cristo de las Mieles

El Cristo de las Mieles

Crucificado realizado hacia 1895 en bronce sobre cruz del mismo material que la hace parecer madera, al que la leyenda cuenta que Susillo se esmeró en su realización, ya que en el momento del encargo se encontraba endeudado, y la obra podría suponerle una mejora económica y retomar su carrera profesional. Así, realizaría este majestuoso crucificado para el Cementerio de San Fernando.

El crucificado de Susillo aparece con un rostro sereno y asimilando el fatal destino que le espera, con la boca entreabierta y la mirada hacia el Padre. Aparece con la corona de espinas, que le cae sobre su cabellera ondulada, con uno de sus mechones apoyado sobre el hombro derecho y una sencilla aureola a modo de resplandor, que marca su carácter divino. El cuerpo, de anatomía clara y marcada, aparece cubierto por un sencillo paño de pureza que deja al descubierto por completo la anatomía de su cadera izquierda. Lo más destacable de la imagen son sus piernas, con el pie derecho clavado en el madero vertical de la cruz y con el izquierdo en el staticum de la misma, presenta un leve cruce en las piernas marcado por los pies, los cuales aparecen clavados cada uno por separado, recurriendo al uso de cuatro clavos. En la cruz aparece clavado el título escrito en las tres lenguas, latín, hebreo y griego como cuentan las Sagradas Escrituras.

D. Antonio Susillo al finalizar la obra, y contemplar ese detalle del cruce de los pies, se sintió angustiado, comprendió que había cometido un error irreparable, algo que le llevó al suicidio. Sin embargo, la causa de su muerte forma parte de la leyenda sevillana, ya que en realidad el escultor contrajo matrimonio en segundas nupcias con Dña. María Luisa Huelin, mujer que le llevó a la ruina económica, lo que unido a otros problemas, le llevó a la muerte. Días posteriores a su fallecimiento, los visitantes observaron algo que denominaron como milagro, y es que el Cristo lloraba miel.

Finalmente se pudo aclarar el asunto, lo que manaba de la boca del Cristo era miel, sin embargo las causas eran diferentes al milagro, y es que Susillo había construido al Cristo hueco para evitar un peso excesivo, aprovecharon ese hueco las abejas para instalar su colonia. Cuando el calor apretaba, unido al bronce en que el Cristo estaba realizado, la miel se derretía y salía por la boca. Debido a este episodio, el Cristo fue llamado con el sobrenombre de Cristo de las Mieles.

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