La Semana Santa de Sevilla, una de las tradiciones más arraigadas y emblemáticas de Andalucía, ha sido tema de debate en los últimos meses. Con más de 50 procesiones previstas antes de finalizar el año, una pregunta resuena entre los cofrades y sevillanos: ¿Se está llegando al «exceso»? La duda, que en la capital andaluza adquiere un matiz humorístico y hasta seseante en los populares memes, refleja un sentir que circula en las tertulias cofrades y los bares de la ciudad.
El punto de inflexión parece ser el II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular, que se celebrará en Sevilla entre el 4 y el 8 de diciembre de 2024. Este evento de carácter internacional culminará con una procesión magna, una celebración inédita en la ciudad que contará con la participación de algunas de las devociones más importantes: la Virgen de los Reyes, la Esperanza Macarena, la Esperanza de Triana, Jesús del Gran Poder y el Cristo del Cachorro. Este despliegue monumental coincidirá con un fin de semana festivo, lo que ha generado preocupaciones sobre la capacidad de la ciudad para gestionar el evento, especialmente en lo que respecta a la seguridad y los servicios municipales.
Una Sevilla saturada de grandes eventos
Sevilla, que en los últimos años ha demostrado una notable capacidad para gestionar grandes eventos, enfrenta un reto considerable con la organización de esta procesión magna. La ciudad ya ha sido sede de conciertos multitudinarios, finales deportivas como la Europa League y galas como los Grammy Latinos. Sin embargo, la saturación de eventos ha generado críticas, especialmente por la presión que supone para los servicios municipales. La plataforma «Sevilla Se Muere» ya ha alzado la voz en más de una ocasión, alertando sobre las complicaciones que enfrentan tanto la Policía Local como los servicios de limpieza y transporte público.
El alcalde de Sevilla, José Luis Sanz, ha sido claro en su postura, obligando a modificar el recorrido inicial de la procesión magna por motivos de seguridad. Se estima que más de 500 autobuses llegarán a la ciudad, atrayendo a miles de visitantes de toda España. Este tipo de aglomeraciones masivas han generado tensiones entre el Ayuntamiento y el Consejo de Hermandades y Cofradías, entidad responsable de la organización del evento religioso.
¿Exceso o necesidad? El trasfondo teológico y social
A pesar de las voces críticas, en el Palacio Arzobispal no parece haber tal preocupación. La autoridad eclesiástica ha respaldado el creciente número de procesiones en la ciudad, y este apoyo llega incluso desde el Vaticano. El arzobispo de Sevilla, José Ángel Saiz Meneses, ha declarado que «el Papa Francisco nos pidió expresamente estar cerca de las hermandades y cofradías, reconociendo su aportación importantísima a la vida de la Iglesia».
El profesor Andrés Luque Teruel, catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Sevilla, ha mostrado en varias ocasiones su escepticismo hacia lo que él considera «excesos» en la celebración de la Semana Santa sevillana. Esta opinión no es aislada, y muchos en la ciudad comparten la idea de que la proliferación de procesiones podría estar llegando a un punto de saturación. Sin embargo, otros, como el sociólogo Daniel Marín Gutiérrez, argumentan que este fenómeno no es nuevo y que, en realidad, Sevilla ha experimentado un «boom» de procesiones desde finales de los años 70.
Este resurgir de la religiosidad popular ha estado acompañado, según Marín Gutiérrez, por un auge mediático impulsado por las redes sociales y programas de televisión especializados como «El Llamador» de Canal Sur Radio. La Semana Santa sevillana, más que un evento cultural o turístico, es una expresión de la religiosidad andaluza, profundamente arraigada en la vida cotidiana de la ciudad.
La visión del Papa Francisco y el futuro de las hermandades
La postura del Papa Francisco hacia las hermandades ha sido clara: el Pontífice ha abogado por una Iglesia «cercana a la calle» y ha reconocido a las cofradías como un elemento clave en este objetivo. Esto supone un cambio de paradigma, ya que tradicionalmente la Iglesia ha mostrado cierta reticencia hacia la religiosidad popular, llegando incluso a hablar de su «purificación». Sin embargo, en la Sevilla actual, el papel de las hermandades es innegable, y cualquier intento de disociarlas de la celebración de la Semana Santa sería, según Marín Gutiérrez, «imposible».
En definitiva, el debate sobre si la Semana Santa sevillana ha caído en el exceso es complejo y abarca tanto aspectos religiosos como sociales y logísticos. Lo que está claro es que la ciudad sigue volcándose en sus procesiones, y mientras algunos critican la saturación, otros celebran el retorno de las cofradías tras una Semana Santa pasada por agua y el deseo de la Iglesia de estar más presente en la vida de los fieles.