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La Hermandad de la Amargura ha confeccionado un sencillo programa de actos para conmemorar en la primera semana del mes de junio su 325 aniversario fundacional, que incluirá a modo de acción de gracias la eucaristía con la que el día 2 se cerrará el triduo sacramental con canto de la Salve a la Virgen, un concierto de marchas procesionales en la tarde del día 3, festividad del Corpus Christi, en las Setas de la Encarnación y una mesa redonda el viernes día 4.
El triduo a Jesús Sacramentado tendrá lugar a partir del 31 de mayo a las 20:00 horas en su sede de San Juan de la Palma, siendo oficiado por Andrés Pablo Guija Rodríguez, delegado diocesano de la Pastoral Universitaria y rector de la Capilla de la Universidad. El tercer día del triduo, el miércoles 2 de junio, se aplicará como misa de acción de gracias por el 325 aniversario fundacional de la corporación. Ya el sábado día 5, víspera de la solemnidad litúrgica del Corpus Christi, se celebrará también a las 20:00 horas misa solemne con homilía a cargo de Jesús Maya Sánchez, párroco de san Pedro y San Juan Bautista y director espiritual de la hermandad.
Por su parte, el jueves 3 de junio, festividad del Corpus Christi, las Setas de la Encarnación acogerán por la tarde un concierto de marchas procesionales con la actuación de las formaciones musicales que en la actualidad acompañan a los dos pasos de la cofradía de San Juan de la Palma cada Domingo de Ramos: la BCT Stmo. Cristo de las Tres Caídas de Triana y la Sociedad Filarmónica Ntra. Sra. del Carmen de Salteras. Para esta cita, la hermandad va a disponer una fila 0 mediante el canal de pago por bizum con la que recaudar fondos que irán destinados de manera íntegra al fondo de Santa Ángela de la cruz, acción social de la Amargura.
Ya por último, el viernes día 4 de junio, a las 20:30 horas, tendrá lugar en San Juan de la Palma una mesa redonda titulada “Orígenes y evolución de la Hermandad del Santo Cristo del Silencio y Madre de Dios de la Amargura”, coordinada por Álvaro Cabezas y en la que participarán Jesús Palomero, Francisco Ros y José Javier García Bernal.
Un poco de historia
La Cofradía de penitencia comenzó hacia la segunda mitad del siglo XVII en San Julián, donde mantuvo cierto vínculo con la Hermandad de la Hiniesta. Al parecer la gran mortandad causada por la epidemia de 1649 movió a un grupo de fieles a crear una cofradía, ellos inspirados por el espíritu de la Contrarreforma y animados por las predicaciones de los jesuitas, quienes estaban levantando su seminario en la cercana calle de San Luis, decidieron iniciar el culto a las advocaciones de Jesús del Silencio en el desprecio de Herodes y María Santísima de la Amargura. Así pues, siguiendo los principios ignacianos se propusieron seguir al Cristo despojado de toda vanidad humana, vestir su misma túnica blanca, símbolo del desprecio del mundo, el que pasa por loco ante los ojos de los poderosos de la Tierra, pero manteniendo su dignidad y entereza a pesar de su mansedumbre (Lc, XIII, 6-12). Y detrás su madre, la Madre de Dios de la Amargura, como aparece en el pasaje evangélico de San Juan XIX, 25-27, y en el Libro de Rut I, 20. La Madre en el dolor desesperanzado, la mujer que ha perdido a su hijo y en ese trance no puede atender a las palabras de consuelo del discípulo amado que permanece junto a ella cuando todo parece haber fracasado. Este conjunto viene a ser el testimonio de un movimiento que presenta la fe y la confianza en Dios por encima de la vanidad del ser humano, más allá de lo material y del reconocimiento social, se aspira a una unión con Dios cuya única vía es desprenderse de los bienes del mundo.
Para dar testimonio de estos principios, la hermandad de penitencia estableció en sus primeras reglas que haría la estación el Domingo de Ramos con la mayor austeridad posible para mover a la conversión a quienes la contemplaran, por ello se insistía en el silencio, el orden y el anonimato a la hora de acompañar a las Sagradas imágenes. Los cultos y la práctica piadosa quedaban también recogidos en estas reglas de 1696, donde se prestaba una atención especial al cuidado de los hermanos enfermos y a los funerales y misas conmemorativas a los hermanos difuntos.
La financiación de todos estos actos dependía exclusivamente de las limosnas, de modo que las dificultades económicas de la Sevilla del seiscientos también se hicieron notar en una joven cofradía que tuvo que suspender su salida en algunos años por falta de medios. Así pues, para los vecinos San Julián, collación de trabajadores y labriegos, el final del siglo XVII, fue un período de dificultades económicas en el que comenzaban a forjar su patrimonio con esfuerzo. Para ello tuvieron que buscar los fondos necesarios recurriendo a ingeniosas rifas de dulces y bollos de pan, tan escasos y apreciados en un período en que el hambre era una realidad conocida por la población. Curiosamente este recurso de sorteos y rifas se ha seguido repitiendo hasta nuestros días. En el siglo XIX, cuando se intentaba reformar la cofradía, se vuelve a recurrir a sorteo de regalos que donaban algunos hermanos. También a lo largo del siglo XX hasta la actualidad la venta de lotería y otras rifas, como cestas de Navidad o abonos taurinos en algunas ocasiones, o la tómbola en la Cruz de Mayo, se siguen llevando a cabo para sufragar los presupuestos extraordinarios.
A pesar de los escasos recursos, lentamente y con mucho esfuerzo se fueron adquiriendo los enseres más necesarios, las imágenes, los pasos, la ropa, el altar, etc., siempre con el objetivo de organizar el desfile procesional con el mayor decoro y esplendor posible. Ni siquiera las imágenes fueron siempre propiedad de la hermandad, en los primeros años la Hermandad de la Hiniesta cedía su Dolorosa a la Hermandad de la Amargura, para que pudiera realizar la estación de penitencia. A finales del siglo XVII, ya hay constancia de la existencia de la imagen del Cristo, al parecer del taller de Pedro Roldán, aunque son varias las posibilidades sobre su autoría, en lo que coinciden todos los historiadores del arte es en la vinculación con el maestro barroco, vecino de la collación de San Julián.