La Expiración en la Huelva de posguerra

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La pérdida patrimonial que supuso los trágicos acontecimientos de la Guerra Civil Española ha quedado plasmada en la propia conciencia colectiva, siendo las cofradías pasionistas, posiblemente, las que más perdieron, al quedar huérfanas muchas de ellas de sus imágenes fundacionales; devociones que se pierden en la línea del tiempo desde los orígenes de la propia congregación. Una de las páginas más trágicas de estos hechos fue sin duda la pérdida de la imagen del Cristo de la Expiración, advocación que había sustituido la originaria de la Vera Cruz.

Una devoción nacida en el seno de un convento ya desaparecido, el de San Francisco, cuyos orígenes se remontarían a 1588, situado en el extremo sureste de la ciudad. Un singular templo delimitaba la planta conventual, en cuyo recinto nacería la primitiva Hermandad de San Francisco ya a finales del siglo XIX, en 1889, cuando el convento ya había sido desamortizado, convirtiéndose en una institución penitenciaria desde 1844 hasta 1904, cuando se instalaría en las Escuelas del Sagrado Corazón.

Un magnífico crucificado, conocido como Cristo de la Vera Cruz, perteneciente al primitivo convento, pasaría a convertirse en el titular de la nueva hermandad. El crucificado se hallaba ubicado en la capilla de San Diego de Alcalá, gozando de una gran devoción desde la segunda mitad del siglo XVI, que se prolongó hasta el siglo XIX.

Los testimonios gráficos hoy conservados de la efigie muestran una excepcional talla, con la peculiar disposición de la cabeza caída en uno de sus hombros, con una amplia melena de pelo natural, muy en la línea de los Cristos tardogoticistas, como fue el caso del de San Agustín de Sevilla. Al incorporarse como imagen titular de la Hermandad de San Francisco, comenzaría a ser conocido como Cristo de la Expiración. En 1894 procesionaria por primera vez, acompañado por la Virgen del Mayor Dolor, en un único paso, componiendo la escena del Stabat Mater.

Unos años después, en 1898, se incorporan las imágenes de la Magdalena y San Juan Evangelista. En los años sucesivos sería restaurado en varias ocasiones, así como su propio paso, estrenado en 1922, que fue el único año en que procesionaría en solitario.

La devoción que fue incrementándose en la población onubense quedaría truncada el 21 de julio de 1936, cuando la iglesia de San Francisco fue saqueada y destruida, así como la propia imagen. Con ello desaparecería una de las tallas más excepcionales de la Semana Santa de Huelva. Si bien, la cofradía tendría otra excepcional imagen, María Santísima del Mayor Dolor, obra anónima de la primera mitad del siglo XVIII, habiéndose incluido en la nómina de Duque Cornejo. Una talla con una mirada expresionista, que contaría con una excepcional devoción que hundiría sus raíces en los años del Barroco.

En la historia de las pérdidas patrimoniales se abre siempre un nuevo capítulo de renovación devocional, ya que la antigua imagen de la Expiración, volvería a mostrar su esplendor en la excepcional talla que el escultor Ramón Chaveli realizara en 1939, siguiendo los cánones expresionistas de la imaginería dieciochesca, que había establecido Ruiz Gijón en el famoso Cristo del Cachorro del barrio de Triana de Sevilla, modelo que ya se plasmaba en la pintura barroca flamenca, como se recoge en la obra de Rembradt.

La imagen del crucificado se convertiría en una de las obras cumbres de la producción del escultor valenciano, aunque realizaría la mayoría de ellas para la ciudad de Jerez de la Frontera (Cádiz), donde habría instalado su taller desde el año 1922, así como para las localidades gaditanas de Rota, Arcos de la Frontera y Puerto Real. En la ciudad de Huelva habría ya dejado una excepcional talla para la Semana Santa, el Nazareno, que sería dañado en un incendio fortuito en 1950, así como la Virgen de la Amargura. Al igual que otras composiciones, Chaveli dotaría a la imaginería religiosa de un sabor expresionista, marcando el dolor intenso de los últimos instantes de la vida de Cristo, destacando el arqueamiento de las cejas, así como sus pómulos, mostrando una nariz afilada y una perfecta dentadura, intensificada con una desordenada cabellera, dibujando líneas curvadas, que caen sobre sus hombros.

Sería en el mismo año de 1939 cuando se configuraría el paso de misterio, por lo que, al Cristo de la Expiración, se le uniría la Virgen del Mayor Dolor, junto con las imágenes de San Juan Evangelista y María Magdalena. Esta última sería la imagen más antigua de las cuatro, al ser realizada en 1870 por el escultor sevillano Ángel Álvarez, una preciosa talla de tintes románticos, con mirada ascendente de tenue dramatismo, muy cercano a las obras que en estos años había inmortalizado Juan de Astorga.

Una imagen que nos lleva a emular a este magnifico escultor, cuyos pocos datos revela Rocío Calvo, del que sabemos que fue discípulo de Manuel Gutiérrez Reyes, uno de los grandes escultores del tardorromanticismo final del siglo XIX. La Magdalena había sido realizada para la Hermandad del Calvario de Sevilla, cobrando el imaginero 840 reales por su ejecución, y en 1898 sería vendida a su vez a la Hermandad de San Francisco, por 408 reales. En 1899 procesionaria sola con el Cristo de la Expiración, a los pies de la cruz, hasta que en 1935, se destruyó la imagen del crucificado. Curiosamente es la única imagen que pudo salvarse de la quema de la iglesia. Una verdadera joya sin duda de la Semana Santa onubense anterior a la Guerra Civil.

La pérdida de la antigua Dolorosa, llevaría a ser sustituida por una imagen realizada por el escultor de Valverde, Manuel Castilla Jiménez, aunque no parece que gustara a los miembros de Junta. Una nueva Dolorosa volvería a sustituir a la anterior, siendo bendecida el 10 de abril de 1938 en la plaza de San Francisco, al igual que la imagen de San Juan Evangelista. Tradicionalmente se atribuiría a Joaquín Gómez del Castillo, empero, gracias a las investigaciones de Rocío Ortega se iría considerando como obra de la primera producción de Antonio León Ortega, recién llegado a Huelva.

A los 49 años, el sevillano Gómez del Castillo contó con un taller instalado en Huelva, en la calle San Cristóbal, y tuvo en la pintura su verdadera actividad artística, siendo su padre tallista, y su hermano dorador. Y es que se podría considerar que el artista sevillano solo habría policromado las imágenes, mientras que sería posiblemente Antonio León Ortega su verdadero artífice.

Una nueva imagen de una Dolorosa para la cofradía penitencial, la Virgen de la Esperanza, sería contratada a Joaquín Gómez del Castillo para que procesionara bajo palio, siendo bendecida el Lunes Santo abrileño de 1939, en la iglesia de San Francisco por el arcipreste de Huelva, Julio Guzmán López, saliendo procesionalmente el Miércoles Santo, bajo el palio de la desaparecida imagen de la Virgen del Mayor Dolor. Siguiendo las tesis de Rocío Calvo, la imagen de la Dolorosa pudo ser realizada por ambos artistas, Joaquín Gómez del Castillo y Antonio León Ortega, siendo la primera talla del ayamontino para la Semana Santa de Huelva. Un hermoso rostro define esta composición mariana, concibiéndose como una de las obras más excepcionales del patrimonio onubense, en la que se irían incluyendo unas notas de realismo, renovando así el gracil de la imaginería contemporánea.

Su devoción popular se iría incrementando con los últimos decenios del siglo XX, tanto en la capilla levantada en 1979, después de abandonar la sede canónica de San Francisco, como en la ya definitiva capilla construida en 1992, cuya denominación sería Nuestra Señora de la Esperanza, testimonio de la raigambre devocional que habría adquirido la imagen. El 3 de junio del año 2000 sería coronada canónicamente, siendo la primera imagen dolorosa coronada en la provincia. Unos años antes, el 4 de junio de 1994 se le habría concedido la Medalla de Oro de la Ciudad.

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