La impactante huella de Luisa Roldán en el Ecce Homo de la iglesia de San Francisco en Córdoba

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El apellido Roldán en la Sevilla del siglo XVII evoca arte de altos vuelos en el prodigioso taller de escultura que firmó obras religiosas de gran factura estética que habitan en las iglesias y la Semana Santa de España. Muchas manos trabajaron en él: Pedro, el maestro que fue su iniciador, y una gran cantidad de ayudantes entre los que brilló su hija, Luisa.

Luisa Roldán (Sevilla, 1652 – Madrid, 1706) se la considera autora del Ecce Homo de la parroquia de San Francisco de Córdoba en torno al año 1680 y 1684.

La atribución la fija en 1986 el historiador del arte, restaurador y conservador emérito del Museo de Cádiz José Manuel Sánchez Peña a raíz de un estudio de la gran semejanza que este imponente busto mantiene con el Ecce Homo de la Catedral de Cádiz, de talla completa y concluido en 1684. Y en 2007 la gran exposición y el catálogo dedicados en Sevilla a esta escultora ratifica definitivamente su autoría.

En la actualidad, el historiador del arte José Luis Romero Torres, gran especialista en Luisa Roldán, sitúa sin duda al Ecce Homo de Córdoba como «una gran obra original y una de las buenas obras antes de su traslado a la Corte. Estamos convencidos de que es una gran obra salida de las manos de Luisa Roldán», asegura en declaraciones a ABC.

Además, el de la parroquia de San Francisco es excepcional con respecto al de Cádiz porque «conserva la policromía original». No es estofado, sino «pintura directa, como lo hicieron Pedro de Mena y Alonso Cano». Hay un San Antonio de Padua en la Catedral Vieja de Cádiz y un San Francisco en Sanlúcar de Barrameda que también guardan su policromía original.

¿Y cuál fue primero: el de Córdoba o el de Cádiz? Es imposible precisarlo, fueron más bien «simu

Romero Torres comisarió junto con Antonio Torrejón Díaz la muestra antológica sobre Luisa Roldán entre julio y octubre de 2007 en los Reales Alcázares de Sevilla. Asegura que apreciamos una diferencia entre la obra de Luisa y la de su padre porque Pedro Roldán «tallaba en la escultura los elementos cruentos, como llagas y desprendimientos de piel. Y la hija no: nunca talló elementos cruentos, sino que trabaja a través de la pintura. Era la policromía la que aportaba los elementos cruentos», según Romero. Existe esa «diferencia de sensibilidad» entre ambos.

Observación de la realidad

Este especialista indica que Luisa Roldán deja la policromía en manos de su cuñado, Tomás de los Arcos Navarro (hermano de su marido, que los acompañaba en sus viajes y trabajos) y esculpe los nudillos de las manos del Ecce Homo de Córdoba «como si tuviera una artrosis exagerada, (que suponemos copiada de alguna persona mayor)», extraída de una observación directa de la realidad.

Mientras tanto, su progenitor ponía manos muy elegantes y finas. En la exposición de Sevilla revalorizaron la figura de Tomás de los Arcos, mediante la aportación de algunos documentos históricos que acreditaban su labor junto a la escultora.

Sobre cómo llegó esta imagen a Córdoba, Romero Torres reconoce que no se sabe, si bien apunta a que «desde Sevilla le encargaron el Ecce Homo que está en Cádiz y años después ella va a Cádiz». Pudo ser, señala, que algún donante o fraile de la orden le encargara un Ecce Homo desde Sevilla para su convento y la trajera a Córdoba.

El de Córdoba era un convento franciscano y el de Cádiz también era de una orden religiosa, de la Orden Tercera del convento de los Descalzos. O bien pudiera ser un encargo de alguna familia para una capilla funeraria.

Queda pendiente que alguien en Córdoba lo investigue y descubra, deja caer Romero Torres. Pero no es extraña esta movilidad «porque también han localizado obras de ‘La Roldana’ en Antequera, un San José y un San Nicolás de Bari».

La artista en ese momento «vivía en Sevilla pero, al ser obras de pequeño formato o de busto, eran más fáciles de transportar». En 1671, cuando se casó, comenzó a trabajar y en 1685 se va a Cádiz, por lo que hay muy pocas piezas de esa época de 14 años en Sevilla.

Otra de las conclusiones indiscutibles es que el Ecce Homo de Cádiz era de busto y en el XVIII se le incorporaron las piernas (hasta alcanzar una altura de 165 centímetros). La de Córdoba «es muy importante porque permite conocer cómo era originalmente el de Cádiz». El cordobés está realizado hasta las caderas, luce la clámide y la soga, lleva una caña en la mano derecha (fiel al Evangelio de San Mateo) y tiene la cabeza girada hacia la derecha con «expresión doliente y un sobrecogedor realismo dramático».

La boca

Todo se acrecienta con el desarrollo de la corona de espinas tallada en el bloque de la cabeza y un tratamiento naturalista de la anatomía que destaca con detalle los huesos y las venas, según subraya el citado catálogo.

Sánchez Peña apuntaba en su estudio que «la pose de la hermosa cabeza con la boca entreabierta se la pudo haber sugerido Juan de Mesa cuando concibe el Señor del Gran Poder, que, como en todos sus Cristos, lleva la corona de espinas formando bloque con la monumental cabeza».

Las telas están realizadas a punta de pincel porque las «carnaciones ofrecen delicados matices y suaves transiciones de color en las zonas del torso en la que aparecen hematomas y huellas de la flagelación», según Romero Torres y Torrejón Díaz.

Con anterioridad, otras corrientes de estudio habían establecido que el Ecce Homo de Córdoba podía deberse a Alonso Cano o a Pedro de Mena. Sánchez Peña publica el trabajo ‘El Ecce Homo de la Catedral de Cádiz, obra de Luisa Roldán’ en los ‘Cuadernos de Arte de Granada, XVII’, de 1985 y 1986 y deja ya lanzada esta atribución.

El Obispado de Córdoba cedió en su día para la muestra de Sevilla el impactante torso del Señor y fue situado cerca del de Cádiz, de cuerpo entero y repolicromado.

En 1998 la restauración que se le hizo al Ecce Homo cordobés consistió en consolidar la madera y la policromía, y no se sabe si en su interior tendrá algún documento como el que apareció en el de Cádiz. «Para nosotros no hay duda de que es una obra de La Roldana porque su policromía es la mejor de la etapa sevillana de La Roldana. Es magnífica».

Esta escultura de profundo sentido trágico de Córdoba no pasa a nadie inadvertida al entrar en San Francisco. No es de gran tamaño: tiene una altura de 80 centímetros, 60 de ancho y 32 de fondo. Se sitúa en el retablo del Ecce Homo, de madera dorada, de 470 metros de altura y 370 de ancho.

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