La pandemia que rompió todos los esquemas

Un cordón rojo y un cartel como símbolo de lo que se avecinaba. Prácticamente nadie imaginaba la serie de acontecimientos que se sucederías desde que aquel 6 de marzo, primer viernes de marzo, la Hermandad del Silencio restringía el acceso al besapiés del Señor. Fue una de las primeras corporaciones en tomar medidas frente a un nuevo virus de complicado nombre llegado de China del que no se sabía nada. El Arzobispado acababa de emitir una comunicación en la que se hacían una serie de recomendaciones para evitar los contagios. La cuaresma acababa de empezar. Se había celebrado el Vía Crucis General con el Cristo de los Gitanos, el único gran acto antes de que cambiara todo. Nueve meses después, la vida de las hermandades ha cambiado y quien sabe si para siempre. En 2021, por segundo año consecutivo, no habrá procesiones, aunque si nada se tuerce se podrán celebrar cultos y otros actos. Esta es la crónica de lo acontecido a lo largo de 2020 en clave cofradiera. El año que nunca quisimos vivir.

El 2020 se anunciaba como una gran año para las cofradías. Era muy esperado. Sería la gran celebración en torno a Juan de Mesa, el gran imaginero que en 1620 realizó obras de la categoría del Señor del Gran Poder o el Cristo de la Buena Muerte de los Estudiantes. La hermandad de San Lorenzo no ha podido celebrar de la manera prevista el Año Jubilar concedido por este 400 aniversario. Era muy esperada la Santa Misión que se iba a celebrar con el Señor en las periferias. El Gran Poder tenía que haber visitado las parroquias de Santa Teresa, la Candelaria y la Blanca Paloma a llevar su misericordia donde más le necesitan. La necesaria visita ha sido aplazada para 2021 si las circunstancias lo permiten. También se ha visto cercenado el 400 aniversario del Cristo de la Buena Muerte diseñado por la Hermandad de los Estudiantes. La cofradía universitaria fue, además, una de las primeras que suspendió su quinario y los ensayos de costaleros tras la irrupción del coronavirus. También quedó en el tintero el Vía Crucis de los Jóvenes que se iba a rezar con el Crucificado en la Catedral.

a de 2020 se presentaba como una Semana Santa esplendorosa en la se iban a vivir importantes hitos y se recuperarían estampas inéditas. La primera, el mismo Domingo de Ramos con la salida, 40 años después, de la Hermandad de la Estrella desde la Parroquia de San Jacinto. La salida del misterio de la Quinta Angustia de nuevo con una banda de música o el estreno del palio bordado de la Virgen de la Aurora era otras de las novedades más esperadas.

La cuaresma en la que se torció todo llegó precedida por el anuncio del cobro del IVA en las sillas de la carrera oficial. Los abonados tendrían que pagar un suplemento del 21% tras la respuesta de la Agencia Tributaria a una consulta realizada desde Murcia. La suspensión de las procesiones llevó al Consejo a vivir una de sus mayores crisis institucionales a cuenta de la devolución del dinero pagado por los abonados.Tras meses de posturas tibias, se aprobó en asamblea general el reingreso del dinero para evitar frentes judiciales que harían todavía más daño a una institución en entredicho. Finalmente, tras cerrarse el plazo para solicitar la devolución, los abonados sólo dejaron de retirar 491.000 euros, un 13% de la recaudación. Esta cantidad se ha destinado a rebajar la cantidad que las corporaciones tienen que reintegrar a la institución tras recibir parte de la subvención.

El último gran evento cofradiero vivido de manera íntegra y sin restricciones fue el multitudinario Vía Crucis General presidido por el Cristo de los Gitanos. Fue el lunes 2 de marzo. El primer viernes de marzo se celebró también de manera masiva el vía crucis extraordinario de la Macarena que llevó al Señor de la Sentencia al hospital y al Parlamento. La hermandad de la Madrugada ha visto también cómo la pandemia afectaba a la celebración de su 425 aniversario fundacional. No se pudo celebrar, por ejemplo, el besamanos de la Virgen de la Esperanza previsto el 31 de mayo.

El año vivido por las cofradías, y los meses duros que todavía quedan por delante, han sido, probablemente, los más duros desde la Segunda República y el mes de julio del año 1936. Si bien en la Semana Santa de 1933 no salieron las cofradías, la vida diaria de las corporaciones, o la celebración de sus cultos, no se vio alterada como en 2020. En 2020 se han suspendido las procesiones por imposición de la autoridad, las iglesias han permanecido cerradas y se han dejado de celebrar y modificados numerosos cultos y actos. Por segundo año consecutivo, la ciudad estará huérfana de sus procesiones de Semana Santa, un hecho insólito, aunque el año 2021, si la evolución es positiva y la campaña de vacunación es efectiva, será diferentes. Sin duda.

Económicamente, son muchas las hermandades que están viviendo apreturas a cuenta de la falta de subvención. La falta de procesiones afecta también, de manera determinante, a los gremios, necesitados de encargos para poder subsistir; o a las bandas de música, que están atravesando verdaderas penurias. Aunque las cofradías no han mirado para otro lado. Se han redoblado los esfuerzos, que ya eran importantes, en caridad. Agudizando el ingenio y buscando recursos a través de hermanos y de empresas e instituciones.

La pandemia ha hecho que las hermandades apuesten, de una vez por todas y de manera definitiva, por las nuevas tecnologías. Las retransmisiones en streaming fueron un importante asidero al que muchas personas se aferraron en los días de Semana Santa para rezar a la Virgen de la Esperanza o seguir la misa celebrada por el Gran Poder. Prácticamente todas las hermandades cuentan ya con perfiles oficiales en las redes sociales para seguir estos cultos.

En los últimos meses ha habido que acostumbrarse a eucaristías, triduos o quinarios con aforos limitados, sitios marcados, mascarillas y geles hidroalcohólicos. La comunión se recomienda vivamente en la mano y ya no se forman largas colas para realizar las protestaciones de fe. El modo y el rito han cambiado. Quién sabe si muchos de estos cambios serán permanentes.

Los besamanos y besapiés han sido sustituidos por actos de veneración pública. Se pasa a ver la imagen pero no se besa. Basta una reverencia con la cabeza, como dictó el Arzobispado en uno de sus decretos. En los besamanos de las Esperanzas de este mismo mes se ha comprobado que su organización ha sido un éxito. También se han celebrado traslados de imágenes de manera privada como hacía muchos años no se hacía.

El año que acaba ha enseñando las vergüenzas de las cofradías, las cosas que tienen que mejorar. Pero también ha servido par reivindicar el enorme valor que tienen en la ciudad, su arraigo e idiosincrasia y la inagotable capacidad que tienen para ayudar al prójimo y hacer el bien a la sociedad.

El último paso que la mayoría de los cofrades guardan en su memoria es el de la Virgen de la Encarnación, hace poco más de un año. Se cuentan los días para que todo vuelva a la normalidad. A la de verdad. Las esperanzas están puestas en el 15 de agosto y el 13 de septiembre, cuando podría salir la Virgen de la Candelaria.

diariodesevilla

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