La Virgen de la Merced de San Gregorio volverá a ser repuesta al culto el 12 de septiembre, festividad del Dulce Nombre de María, además de coincidir con los días previos de la novena en su honor.
José Manuel García, graduado en Conservación y Restauración en Bienes Culturales y máster en Patrimonio Andaluz y su proyección en Iberoamérica, y Álvaro Robles Bermudo, han sido el encargado de restaurar a la Virgen durante los últimos meses.
La propia orden mercedario comentaba a Pasión en Sevilla el delicado estado de conservación que se encontraba la imagen. «Él mismo determinó que la situación de la talla era delicada y que era necesaria una intervención para subsanar las patologías presentes».
Se trata de una intervención que ha consistido en «proceder a la puesta a punto del candelero, así como la sustitución de los brazos actuales por unos nuevos de mayor calidad y que garanticen su correcta funcionalidad. También han sido subsanadas las malas intervenciones realizadas anteriormente sobre el soporte de la imagen, como las uniones de varias roturas que presenta un dedo de la talla. Asimismo, se limpiaron y protegieron los anclajes metálicos de la corona, el cetro y el Niño Jesús. Igualmente fueron corregidos los problemas de estabilidad de la capa de preparación, así como se procederá a restituir las pérdidas de volumen pertinentes».
Otros de los asuntos a tratar fue la fijación de la policromía, además de haber limpiado y eliminados los repintes, con el fin de «recuperar el aspecto de la imagen tras la intervención realizada en la década de 1960. Para finalizar el trabajo sobre el estrato pictórico se reintegraron las lagunas encontradas, producidas principalmente por los ‘alfilerazos’ al vestir la imagen». Por último, las pestañas han sido realizadas de nueva factura y a más calidad que las anteriores por Santiago Delgado.
La imagen
Las primeras referencias encontradas sobre la imagen se hallan en la memoria del Capítulo Provincial de Castilla del año 1945, en la cual se expone que durante la restauración de la Orden en Sevilla, en 1940, «la familia de Ternero nos hizo entrega de la imagen de Nuestra Santísima Madre, vestida, que había pertenecido al antiguo convento, y estaba arrinconada en el convento de nuestros Descalzos de Marchena», sin puntualizar nada más al respecto. Años más tarde, José María de Mena fechó la imagen en el siglo XVIII, aunque sin ningún matiz que pudiese concretar de una manera más precisa su origen. Si bien, por las características formales que presenta, aunque sería arriesgado realizar una atribución certera, puntualizando las palabras de Mena la talla podría encuadrarse dentro de la escuela barroca sevillana, parece ser que de la primera mitad del siglo XVIII.
La talla, realizada en madera y policromada al óleo, tiene un carácter hierático. El semblante semblante de corte ovalado se enmarca por la cabellera, añadido del siglo XX realizado en telas encoladas, que se peina con una raya en el centro cayendo hacia ambos lados, y bajo la que se encuentran las orejas, de intenso naturalismo. El espacio en el que se distribuyen los ojos, de amable mirada baja, enmarcados por las arqueadas cejas y la boca cerrada, que esboza una ligera sonrisa, se divide en dos por la nariz, de perfil recto y que arranca desde su ancha frente.
La imagen, que mide 155 centímetros, se encuentra erguida. Con su mano izquierda sostiene una imagen de Jesús Niño, obra seriada de escaso mérito artístico como señalara Martínez Alcalde, pero que despierta gran fervor entre los fieles. Parece que le fue incluido a su llegada a nuestro convento, probablemente para asemejar la iconografía a la de la primitiva imagen de la Virgen de la Merced en Sevilla, conocida como ‘La Fernandina’, y que presidió el retablo mayor de nuestro Convento Casa Grande (actual sede del Museo de Bellas Artes) hasta la desamortización de 1835, cuando pasó a la iglesia de las mercedarias de la Asunción. Igualmente, con la derecha sostiene delicadamente con los dedos pulgar y corazón el cetro, símbolo de poderío y soberanía sobre la intercesión en la redención del género humano, y ofrece el escapulario a los fieles. La imagen viste durante todo el año el hábito mercedario, compuesto por túnica y escapulario de tela, portando además sobre sus hombros el manto, como símbolo de su amparo y protección celestial. La iconografía es completada con la corona de imperiales, la ráfaga y la media luna a sus pies, todas piezas de orfebrería de estética neoclásica.
Dentro de las intervenciones realizadas sobre la imagen, además de los añadidos anteriormente comentados de la cabellera y el Niño de Dios, debemos destacar las actuaciones sobre el rostro y manos de la Virgen. Sin haber noticias concretas sobre las mismas, se estima que en la década de 1960 se ejecutaron dichos trabajos, repolicromando por completo el busto de la talla y sustituyendo el que se cree su primitivo juego de manos por el que posee actualmente. Estas últimas podrían considerarse obra del escultor Antonio Eslava Rubio, debido a la alta calidad de trabajo y las características formales que presentan, mostrando estrechas similitudes a las de la Virgen del Rosario de la hermandad de la Macarena, piezas documentadas del escultor carmonense.
Desde su llegada hasta 1972 presidió el altar mayor de la céntrica iglesia, pasando por aquel entonces a su retablo actual, obra de Guzmán Bejarano, ubicado en la cabecera de la nave del Evangelio.