El año 2020 se marcha definitivamente. Ha sido sin duda el más nefasto para las hermandades y cofradías en casi un siglo de historia. Cuando el Covid-19 aún no había entrado de lleno en la sociedad occidental, Sevilla arrancaba un periodo ilusionante en enero, febrero y marzo que tuvo su cénit en el Vía Crucis de las Cofradías presidido por el Señor de la Salud de los Gitanos, uno de los más multitudinarios que se recuerdan. Desde ese momento, todo paró y «se confinó». La pandemia eliminó como un rodillo un año extraordinario que ha pasado como una nube de humo sin dejar rastro de procesiones.
Sin duda era el año del Gran Poder. La hermandad celebraba el cuarto centenario de la imagen que tallara Juan de Mesa en 1620 y para ello tenía preparado un hito histórico llevando al Señor a Tres Barrios-Amate entre los meses de octubre y noviembre. Todo tendrá que esperar y, quién sabe si podrá realizarse en 2021. La corporación permanece inmersa en la celebración de un Año Jubilar concedido por la Santa Sede que ha reunido hasta la fecha multitud de actos, cultos y eventos. Muchos se suspendieron, pero la gran exposición se pudo salvar por apenas días. El Vaticano ha ampliado un año más este jubileo que finalizará en el próximo otoño.
El Covid-19 también se llevó consigo el vía crucis que iba a llevar al Cristo de la Buena Muerte de los Estudiantes en la Catedral por su cuarto centenario. Este acto tenía previsto congregar a miles de jóvenes en torno al crucificado universitario en un culto sin precedentes en la ciudad. Fue el primer gran varapalo extraordinario de la Cuaresma que ya estaba muriéndose poco a poco.
Para recordar la última salida de un paso de palio en Sevilla hay que remontarse al mes de diciembre de 2019. En aquel momento, nadie imaginaba que viendo a la Virgen de la Encarnación en la calle estaban saboreando los últimos minutos -sin visos aún del próximo- de un hecho que el cofrade estaba empezando a ver como cotidiano. Después, el virus que azotaba la primavera dejaba en incertidumbre un otoño que se vislumbraba nublado pero que cayó sobre sí mismo como un castillo de naipes al finalizar el verano.