Los sitios marcados de la Semana Santa de Sevilla

 La plaza es un balcón, una mano con la piel cuarteada asida a una baranda, la de alguien que ya no veía, decían que no entendía, pero siempre salía para contemplar al Cristo que duerme, al Señor más humano que divino, el de la cabeza tronchada, el del hermoso sudario, al que las almenas del Alcázar protegían de las brisas para que nunca se quedara sin la luz tiniebla de cuatro hachones. Dormido, sereno, dulce, hermoso, quieto, manso, tranquilo, la pura imagen de la calma. Así avanza siempre cuando por allí pasa.

La plaza es un recuerdo, uno de tantos que conforman la Semana Santa de cada uno, esa colección a prueba de lluvias y pandemias. Cuando las cosas son de verdad se cuentan por siglos, no dependen del azar del destino, de la fatalidad de la suerte, de las desgracias que lastran el mundo desde que es mundo. La plaza es uno de esos sitios marcados, que todos tenemos un álbum de los lugares donde se forjó nuestra Semana Santa. Un repertorio de sitios, olores, sensaciones, personas, horas concretas, puestas de sol, mañanas jubilosas, mediodías de nervios y ajetreos, encuentros que se repiten en una liturgia acordada… Una plaza, una calle, un momento preciso, un recuerdo, una taberna, una casa, un balcón…

Esa Semana Santa que se lleva en el corazón no depende de nadie más que de nosotros. Esa Semana Santa vivida no puede jamás ser arrebatada. Allí y sólo allí te reencontrarás siempre con la mejor versión de tu Semana Santa, con la gente que te enseñó a comprenderla, a saber qué grande es esta fiesta, qué profunda es, cuánta verdad encierra y cuantísima sencillez. Se vive la Semana Santa sin que se celebre en la calle. Se espera a la Semana Santa pese a que se sabe que no llegará.

El Cristo de la Buena Muerte por la Plaza de la Contratación es una de las grandes verdades de la Semana Santa por tantas circunstancias que allí confluyen. ¿Y para usted? Tal vez lo sea la Amargura o el Silencio por Cuna, el Cautivo por el Arenal, la Quinta Angustia por Zaragoza, Montserrat por Castelar… Quizás lo sea el encuentro anual con ese pariente o ese amigo con el que se viste de nazareno cada año. Son sitios marcados. Se mueren las personas, queda la Semana Santa, los lugares como huellas de la memoria, el recuerdo de los rostros, las miradas, las manos.

Un amigo tenía los balcones más hermosos para ver el Cristo de la Buena Muerte. Unos años con luz del día, otros con el resplandor tiniebla. Pero nunca lo vi en el balcón. Si la cofradía pasaba a la ida a la Catedral, siempre se escondía entre la bulla que acompañaba al Señor desde la calle San Fernando hasta la Plaza de la Contratación. La razón eran los nervios. Seguía inquieto como el monaguillo que fue. La Semana Santa es la conjugación de la fe, el sentimiento y la memoria. Los que no están viven en las imágenes a las que rezaron y en esos sitios marcados que siempre nos reencontrarán con ellos.

DiariodeSevilla

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