María Auxiliadora es inseparable de San Juan Bosco y de la familia salesiana, que dieron un impulso universal a esta advocación mariana. Y todo ello a pesar de que el título mariano de “Auxiliadora” de los cristianos es mucho anterior al santo turinés.
Hay que remontarse a la infancia del santo para entender este vínculo profundo con la que sería la gran protectora de la gran obra a la que estaba llamado a realizar. Con nueve años tuvo un sueño en el que la Virgen le decía que su vocación sería ser sacerdote. Unos años después, en 1860 María volvió a hablarle en otro sueño en el que le dijo que quería ser honrada con el título de “Auxiliadora”. En ese momento también le dijo dónde quería que se le construyese en Turín un templo dedicado a ella, y que actualmente es la basílica de María Auxiliadora.
Desde su infancia, tal y como queda patente, la Virgen María siempre estuvo muy presente en la vida y en las decisiones de Don Bosco, gracias en buena medida al amor y a la devoción mariana que le transmitió su madre desde que nació.
Por ello, desde el principio de la gran obra salesiana María Auxiliadora tuvo un papel central. Y de hecho, la imagen de la Virgen se ha extendido por todo el mundo gracias a los salesianos, ya sean los propios religiosos o por los millones de alumnos que han pasado por sus colegios y obras.
En 1862, Don Bosco decía: “La Virgen quiere que la honremos con el título de Auxiliadora: los tiempos que corren son tan aciagos que tenemos necesidad de que la Virgen nos ayude a conservar y a defender la fe cristiana”. Y muy conocidos son también otros dichos de Don Bosco que muestran esta gran devoción: “No he sido yo, ha sido la Virgen Auxiliadora quien te ha salvado”, o “Todo lo ha hecho Ella”.
Fue en esta confianza ciega en María Auxiliadora como en 1863 Don Bosco comenzó la construcción de la iglesia en Turín. Sólo contaba con unas monedas, que fue la primera paga que le dio al constructor. Pero fueron tantos y tan grandes los milagros que María Auxiliadora empezó a conceder a sus devotos, que en sólo cuatro años estuvo terminada la gran Basílica. El Santo solía decir: “Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen”.
Fuente Religionenlibertad