El 17 de mayo de 2025, Roma acogió la Gran Procesión del Jubileo de las Cofradías, un evento histórico dentro del Año Santo de la Esperanza que llevó al Cristo de la Expiración (El Cachorro) de Sevilla, la Virgen de la Esperanza de Málaga y el Dulce Nombre de Jesús Nazareno de León a las calles de la Ciudad Eterna. Este desfile, que recorrió desde la Piazza Celimontana hasta el Circo Máximo pasando por el Coliseo, buscaba proyectar la religiosidad popular española en el corazón del cristianismo. Sin embargo, la experiencia dejó un sabor agridulce: aunque visualmente impactante y emotiva para los cofrades presentes, su repercusión internacional fue limitada, generando preguntas sobre su verdadero propósito y valor.
La procesión fue un espectáculo inolvidable para los peregrinos andaluces y leoneses. El Cachorro, iluminado bajo el cielo nocturno de Roma, desfiló con una solemnidad sobrecogedora, acompañado por un conjunto musical de primer nivel que interpretó piezas como Amarguras. La Hermandad del Cachorro demostró una organización impecable, desde el traslado del crucificado hasta una comunicación en redes sociales que capturó cada instante con maestría. Por su parte, la Archicofradía del Paso y la Esperanza de Málaga realizó un esfuerzo titánico al desmontar, transportar y rearmar su monumental trono mariano, un trabajo que combinó precisión logística y fervor devocional. El Nazareno de León, con su sobrio paso del siglo XVII, aportó una riqueza histórica que engrandeció el evento, mostrando la diversidad de la tradición cofrade española.
Sin embargo, la procesión no cumplió las expectativas de universalizar la devoción andaluza. Fuera de los cofrades desplazados, el impacto fue prácticamente nulo: los turistas en Roma, ajenos a la cultura procesional, apenas repararon en el cortejo, y el evento no logró captar la atención de los medios internacionales. La ausencia de una figura papal durante la procesión, agravada por el cónclave en curso tras el fallecimiento del Papa en abril de 2025, intensificó la sensación de desconexión. Las imágenes, expuestas en la Basílica de San Pedro del 14 al 16 de mayo, no recibieron la atención litúrgica esperada, como presidir una misa jubilar, lo que dejó un vacío en el simbolismo del evento.
El costo, superior a 1,85 millones de euros y financiado por instituciones públicas y privadas, también plantea dudas. Este esfuerzo económico se justificó como una oportunidad para posicionar la religiosidad popular como un atractivo turístico y evangelizador, pero el resultado no estuvo a la altura. La procesión dejó un legado histórico para las hermandades, inmortalizando su paso por Roma, pero no logró trascender más allá de los círculos cofrades. La religiosidad popular andaluza, tan arraigada en su contexto local, parece difícil de exportar a un escenario como Roma, donde no se vive con la misma pasión que en Sevilla o Málaga.
La experiencia invita a reflexionar sobre el valor de llevar la fe cofrade al escenario global. ¿Es necesario buscar la validación internacional para una tradición que brilla en su tierra? ¿O debería la devoción permanecer como un tesoro local, vivido con autenticidad por sus fieles? La Gran Procesión del Jubileo 2025 fue un sueño cumplido para las hermandades, pero también un recordatorio de que la esencia de la fe cofrade reside en el corazón de sus comunidades, no en los aplausos de Roma.