Darle formalidad a la suspensión de los cultos públicos de la Semana Santa no tendría que haber sido algo para formarse la que se ha formado. Todos los Consejos, Agrupaciones y Federaciones de Andalucía sabían que por segundo año consecutivo no íbamos a tener procesiones en la calle. Tanto es así que desde hacía tiempo estos organismos estaban trabajando en actividades para llenar el vacío que iban a dejar los pasos y los tronos. La comunicación era solo cuestión de tiempos y también de formas. En Sevilla la foto de las tres patas del banco, el alcalde, el arzobispo y el presidente del Consejo no se iba a repetir porque el primero había dejado en la mitra toda la responsabilidad.
Juan Espadas no ha querido estar. Él sabrá por qué aunque muchos lo intuyen. El caso es que el anuncio oficial de un hecho histórico y trascendente se ha sabido a través de un decreto difundido en un tweet. Algo extraordinariamente sensible y emocional, que al conocerse ha hecho aflorar tantos sentimientos se despacha como quien anuncia la hora de la misa del domingo. Cuánta frialdad. Es cierto que el arzobispo tiene la salud delicada. Pero ahí está la institución que preside, que aunque no sea coral, sí tiene solistas ocasiónales. Mucho nos tememos que el anuncio de la suspensión no se ha hecho de mejor manera. La prueba del 9 ha sido la que se ha armado después.