Un Cristo de ida y vuelta

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De la Calzada a Illionis, Terranova, Newport , Tiverton, New York y otros tantos estados más y hasta ciudades italianas como Nápoles y Sicilia. Cuando Antonio Castillo Lastrucci hace donación del busto original que sirvió de modelo para la ejecución del Señor de la Presentación a Carlos de Lemus Martín, no pudo imaginar que le iba a salir tan viajero. Hoy descansa de nuevo y ya para siempre en la hermandad de San Benito. Como los cantes, una imagen de ida y vuelta con una historia muy particular.

Y una historia por primera vez contada con todo detalle. Esta imagen de escayola policromada a tamaño natural es un regalo del prolífico escultor a Carlos de Lemus Martín, ingeniero militar, y sobre todo  a su señora que había quedado perdidamente enamorada de la talla durante su ejecución. Junto a Castillo habían sido responsables de una academia abierta en el barrio de San Lorenzo que no llegó a prosperar.

El Señor comienza su viaje cuando la imagen pasa a manos de la hija menor del matrimonio, que se va a vivir a Norteamérica. Posteriormente ésta lo entrega, ya en Dallas, a su otra hermana María del Mar, protagonista de esta historia y sobre todo a su esposo Donald Lee Hill, también militar. Él es el máximo responsable de que haya llegado a nuestros días en perfecto estado de conservación. Lo llevan, en torno a 1.976-77 a su hogar en Rhode Island. Dada su profesión, los traslados son continuos pero la imagen siempre ocupa un lugar principal en cada unos de sus sucesivos hogares. Era casi de lo único que había que preocuparse. Cruza por segunda vez el charco cuando el siguiente destino militar se sitúa en Sicilia. Ya aquí Don busca un restaurador de prestigio para que trate el boceto de unas manchas de ácido. Los mejores están en Nápoles y hasta allí se dirige. Una placa bajo el Señor certifica la que podría ser la segunda intervención del boceto tras las manos de Castillo. Antes también habría sido restaurada, en los años 60, de un daño en la nariz por una caída que sufriría en el Puerto de Santa María.

Un mediador indispensable

En 1985, la familia regresa a Estados Unidos y con ellos, como no, la imagen. En este año entra en escena Alejandro Reina, responsable de que la talla haya regresado a San Benito. Con tan sólo 10 años acude cada verano a estudiar a casa de María del Mar y Don, íntimos amigos de sus padres. Allí, sobre la cómoda de caoba de ochenta centímetros de altura, en el dormitorio principal de la casa contempla por primera vez al Cristo. Es el Señor de la Presentación. Pasan los años y continúan las visitas. Ve la devoción generada en el matrimonio por esta representación de Jesús, pese a que Don es protestante. Todo un prodigio. Ocupa para siempre un lugar fundamental en la vida de estas personas a las que Reina reconoce como sus tíos, aunque no lo fueran de sangre. «Siempre me decía que temía que le pasara algo a la imagen el día que él faltara… Recuerdo que se ponía delante y lo piropeaba qué bonito eres, hijo».  Pasados los años, Alejandro conoce al escultor Juan Antonio Blanco, costalero de San Benito, a quien hace partícipe del lugar donde se encontraba el boceto del Señor de la Presentación. La fuente es fiable porque es un regalo hecho directamente por Castillo a la familia de Lemus. Blanco no puede dar crédito hasta pasados unos años.

Legado a San Benito

Alejandro, ante la preocupación de Don le propone que el mejor lugar para el busto sea la parroquia y la hermandad de San Benito. Transcurre el tiempo… En la primavera de 2015, María del Mar y su marido requieren la presencia de Alejandro de nuevo y ya en esta ocasión en Texas, donde el matrimonio vive su último retiro. «No te lo quiero dar, pero sé que te lo tengo que dar…» fueron las palabras del militar. «Sé que con el cuidado que trató mi tío la obra no lo hubiera hecho nadie.  Mantuvieron durante años la guardia y custodia de una imagen que en otros casos hubiera terminado vendida. Además allí las condiciones meteorológicas eran muy adversas», reconoce Alejandro Reina.

Comienza a prepararlo todo. Llama a Juan Antonio Blanco y le comunica que por fin va poder comprobar con sus ojos la existencia de esta obra. Antes lógicamente había contactado con la la hermandad de San Benito que ya sabía de su existencia «…para esta junta de gobierno ha sido un regalo inconmensurable», reconoce el hermano mayor, José Luis Maestre.

Reina contacta con una empresa de mudanzas. Iba a ser la tercera vez que el boceto del Señor de la Presentación cruzara el Océano. En este caso desde Connecticut y ya para siempre. Allí Don se despide por última vez de su Cristo envuelto en una manta y posteriormente situado en un cajón de madera para la travesía. Llega a España el 30 de junio de 2015. Justo un martes, sobre las cuatro de la tarde, hora en la que cada Martes Santo la hermandad inicia su estación de penitencia. Asombrado, Blanco lleva a cabo una tercera intervención sobre el busto antes de ser presentando a los hermanos. Por sus características confirma también que se trata del boceto original. José Luis Maestre quiso invitar aquel día a la cuadrilla del misterio, tanto él como Alejandro recuerdan el ¡oh! de admiración que salió de la boca de todos durante la presentación.

Don fallece el 23 de noviembre de este mismo año, tras sufrir un ictus, con la satisfacción de saber que la imagen a la que tanto veneró, pese a ser protestante, se hallaba en el lugar merecido y donde para siempre iba a ser mejor reconocida.

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