Una eterna espera

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Se nos va la vida esperando y no nos damos cuenta. Luchamos por ir tachando recuadros en el calendario hasta llegar a ese momento en el que nos levantamos y podemos gritar a los cuatro vientos aquello de: ¡Ya es Domingo de Ramos! Pero ya pasó, y muchos llevan la cuenta exacta. Sí, quedan 348 días para que comience una nueva Semana Santa. Irremediablemente volvemos a caer en el error un año más, sin apenas darnos cuenta.

No es cuestión de esperar a que las horas y los minutos pasen anhelando e imaginando la mañana de palmas. Se trata de aprovechar, de vivir cada instante, de hacer que esa espera merezca verdaderamente la pena y sea fructífera. Porque las hermandades de Málaga no mueren ahora, continúan incansables en sus trabajos y labores de caridad. Quizás no tengan que preparar ninguna salida extraordinaria durante algún tiempo, pero las familias seguirán llamando a las puertas de las casas de hermandad para pedir un plato de comida, y hay que estar, ahora más que nunca.

Hay que nutrirse de todos los sabios consejos de aquellos que consiguieron levantar cada corporación, y que hoy siguen al pie del cañón. Porque llegará un momento en el que sus Sagrados Titulares los llamen para estar aún más cerca de Ellos. Todavía a uno se le encoge el corazón al pensar que Jesús Saborido será el primero que cada día visite a su Virgen del Amparo en la Iglesia de San Agustín, incluso con las puertas cerradas. Tiene ese privilegio, se lo ha ganado a pulso con su tesón, genialidad y valentía. ¿A qué esperar? Saborido nunca lo hizo, y su ciudad, su Semana Santa, y en particular su cofradía de Pollinica tienen mucho que agradecerle. Hoy vuelve a poner orden desde un lugar privilegiado, posiblemente a lomos de un pollino.

No hay que esperar. Las cofradías son todos esos corazones que palpitan por la devoción a unas Sagradas Imágenes, y siempre deben latir a compás y coordinados. Cada conversación en los templos, en la albacería, o en los despachos de cada corporación esconden la magia que perdura al paso de los años, incluso a una pandemia. Sus miradas cómplices y sus gestos son más fuertes que la presión que ejercen en sus rostros las mascarillas. Sus enseñanzas son verdaderas lecciones de vida, muchos de ellos sueñan con volver a lo que fuimos antes de esta pesadilla. Y claro que volveremos, nunca nos fuimos.

No hay que esperar. Porque al fin y al cabo siempre volverá a ser Domingo de Ramos, y María Santísima del Amparo siempre avanzará empujada por el eterno corazón de Jesús Saborido. Él no vivió en una eterna espera, lo hizo en una bendita locura morada y verde, que cada año comenzaba con el revoloteo de las palmas agitadas por la chiquillería hebrea, y siempre con la banda sinfónica de ‘Entrando en Jerusalén’ de fondo. Descanse en paz, maestro.

El legado

Dos años ya sin procesiones en Semana Santa pesan, pero la semilla sigue creciendo y germinando sus frutos. Mientras que exista una sola persona que sienta ese pellizco frente al semblante de su Señor o de su Virgen, esto no acabará jamás. La realidad cofrade en Málaga va más allá de la herencia o de la sucesión, y cuando habla el corazón, calla la razón. Ahora es tiempo de glorias. La fe nunca se detiene.

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