Un Domingo de Ramos inolvidable
El 28 de marzo de 1920 marcó el inicio de una Semana Santa singular en Sevilla, cuya narrativa está llena de peculiaridades y hechos históricos. El Domingo de Ramos comenzó con grandes expectativas, pero fue alterado por una intensa lluvia que cambió el curso de los acontecimientos. Cofradías como La Cena, La Hiniesta, San Roque y La Estrella tuvieron que buscar refugio en templos como la Catedral y la Iglesia de San Vicente, reestructurando sus procesiones en los días siguientes.
La lluvia también impactó a otras hermandades como Las Aguas y Los Negritos, quienes enfrentaron serias dificultades para completar sus recorridos. Incluso hubo momentos tensos, como cuando La Amargura sufrió daños en su misterio al intentar entrar apresuradamente a su templo.
Un Santo Entierro Magno que lo cambió todo
El Viernes Santo de 1920 fue extraordinario. El Santo Entierro Magno, una procesión que solo ha tenido lugar en contadas ocasiones, reunió a 22 pasos, incluyendo el Cristo de la Clemencia, obra maestra de Juan Martínez Montañés. Este evento trastocó por completo el orden de las jornadas habituales y trajo consigo momentos memorables y también anécdotas singulares.
Entre los hechos destacables estuvo el plantón de los costaleros del misterio de Los Panaderos, quienes exigieron mejoras salariales y abandonaron el paso en plena capilla. Las cofradías, además, enfrentaron incidentes inesperados como desmayos y robos de carteras en plena Carrera Oficial.
Los días marcados por estrenos y cambios
El Martes Santo fue testigo del estreno del Dulce Nombre como nueva cofradía en la Semana Santa sevillana. La jornada también destacó por la participación de hermandades históricas como Santa Cruz y El Buen Fin. La Madrugada, por su parte, transcurrió con menos sobresaltos, pero no exenta de momentos inolvidables, como la saeta que detuvo durante una hora el paso de La Macarena en la Campana.
En 1920, además, se registraron importantes estrenos patrimoniales, como el manto de la Virgen del Valle, obra de Juan Manuel Rodríguez Ojeda. Este año también marcó un hito en la atribución del Gran Poder al escultor Juan de Mesa, una conclusión que consolidó su legado artístico en Sevilla.
El impacto de una época de transformación
La Semana Santa de 1920 ocurrió en un contexto histórico fascinante. España vivía los felices años 20, y Sevilla estaba inmersa en un auge regionalista que culminaría en la Exposición Iberoamericana de 1929. Este ambiente de renovación también impactó a la Semana Santa, influenciada por artistas como Rodríguez Ojeda y Herminia Álvarez Udell, quienes dejaron una huella imborrable en las cofradías.
Aquel año también fue el último en el que destacadas figuras religiosas y culturales participaron activamente en la celebración. El canónigo José Muñoz y Pabón, fundamental en la coronación de la Virgen del Rocío, y el cardenal Almaraz y Santos, quien sería enviado a Toledo poco después, tuvieron su despedida en esta Semana Santa.
Legado para la posteridad
La Semana Santa de Sevilla de 1920 quedó inscrita en la memoria colectiva como una de las más singulares de la historia. Su combinación de incidentes inesperados, innovaciones artísticas y momentos solemnes la convierte en un referente imprescindible para entender la evolución de esta celebración. A cien años de distancia, sus historias continúan cautivando a generaciones y recordándonos el poder transformador de la tradición y la fe en la ciudad hispalense.


