Un cuarto de siglo marca un hito significativo en la historia cofrade de Córdoba. Desde la trascendental aprobación de sus nuevos estatutos en el año 2000, la Agrupación de Cofradías experimentó una transformación profunda con la incorporación de las hermandades de gloria o letíficas. Este movimiento no solo redefinió la composición de la institución, que hasta entonces se conocía como Agrupación de Cofradías de Semana Santa de Córdoba, sino que también enriqueció el panorama religioso y cultural de la ciudad.
Si bien históricamente existía una conexión entre las hermandades de gloria y la Agrupación, evidenciada por su participación en actos como el vía crucis con sus estandartes, fue hace veinticinco años cuando estas corporaciones lograron integrarse formalmente en el organismo rector. Este cambio fue posible gracias a la modificación de los estatutos, un proceso que se gestó tras la suspensión de las elecciones y el nombramiento de una gestora por el entonces obispo de Córdoba, Javier Martínez, en junio de 1999. La misión de esta gestora fue la redacción de una nueva normativa que finalmente contempló la inclusión de las hermandades letíficas, otorgándoles incluso una Vicepresidencia propia y una sección dedicada en los plenos.
La aprobación de los nuevos estatutos a finales de abril del año 2000 allanó el camino para la adhesión de las primeras hermandades de gloria: San Álvaro, Socorro, Rocío, Villaviciosa y Virgen del Rayo. Su participación fue crucial en las elecciones del 30 de junio de 2000, en las que Francisco Alcalde fue elegido presidente, con el respaldo de la asamblea que había ratificado su ingreso poco antes. Estos estatutos, que actualmente se encuentran en proceso de reforma, marcaron un punto de inflexión para la Agrupación.
La integración de las hermandades de gloria, un objetivo prioritario para Francisco Alcalde, según se reflejó en la revista ‘Pasión en Córdoba’, continuó en los años siguientes con la incorporación del Tránsito, Linares, Araceli, la Cabeza, San Rafael y el Carmen de San Cayetano (que retomó sus salidas procesionales ese mismo año), culminando con la adhesión del Carmen de Puerta Nueva en 2017.
Este cuarto de siglo ha sido testigo del florecimiento de las hermandades letíficas, con la consolidación de nuevas procesiones en el calendario festivo de Córdoba, como las de la Virgen de Villaviciosa y San Rafael. Además, se celebraron importantes hitos como las coronaciones de Nuestra Señora del Socorro (2003), la Purísima Concepción de Linares (2011) y la Virgen del Carmen (2012). La participación activa de estas hermandades se evidenció tempranamente en las elecciones de 2000, donde corporaciones como Socorro, Rocío, San Álvaro, Villaviciosa y Rayo ejercieron su derecho al voto.
No obstante, este periodo de crecimiento también ha enfrentado desafíos. Dos de las hermandades pioneras en su adhesión ya no existen en su forma original: el Rayo se fusionó por absorción con el Descendimiento en 2020, y la hermandad de Nazaret, con sede en la iglesia de San Antonio de Padua, se extinguió.
A pesar de estos cambios, el auge de las hermandades de gloria ha contribuido significativamente a un calendario de procesiones más dinámico y extenso fuera de la Semana Santa en Córdoba. Este se complementa con las salidas de imágenes letíficas pertenecientes a cofradías penitenciales y otras devociones no agrupadas, como la Divina Pastora de Capuchinos, María Auxiliadora, el Sagrado Corazón de Jesús y la Virgen de Belén.
En definitiva, estos veinticinco años representan una etapa de consolidación y expansión para la Agrupación de Cofradías de Córdoba, marcada por la valiosa contribución de sus hermandades de gloria al patrimonio religioso y cultural de la ciudad.

