Una antigua fotografía conservada por el archivo de Beauchy Photo permite asomarse a uno de los episodios más determinantes en la trayectoria de la Hermandad de las Aguas. La imagen está fechada el Domingo de Ramos, 10 de abril de 1892, y recoge un instante que marcaría un punto de inflexión para la corporación trianera: el primer cruce del Puente de Triana rumbo al corazón de Sevilla.
Aquel día, la cofradía abandonaba definitivamente el ámbito exclusivo del arrabal para incorporarse al itinerario procesional de la ciudad, salvando el Guadalquivir y abriendo una nueva etapa en su historia. Sobre el paso aparece el antiguo Santísimo Cristo de las Aguas, imagen que desaparecería años después a causa del incendio que afectó a la capilla que la hermandad ocupaba en la iglesia de San Jacinto, su primitiva sede canónica.
A los pies del Crucificado se distingue la Virgen, única figura del conjunto que ha llegado hasta nuestros días y que continúa formando parte del actual misterio. La estampa refleja una manera de procesionar muy distinta a la actual: un solo paso, sin la presencia de la Magdalena y rodeado por una multitud que acompaña al Señor con absoluta cercanía.
La escena ofrece un retrato fiel de la Triana de finales del siglo XIX. Vecinos, hombres tocados con sombreros, niños curiosos y devotos caminan prácticamente junto al paso, sin la distancia ni el orden que hoy caracterizan a los cortejos. El puente se convierte en un espacio compartido entre la cofradía y el pueblo, en un ambiente marcado por la devoción espontánea y el sentimiento de barrio.
Más allá de su valor estético, la fotografía documenta un hecho histórico de gran relevancia:
un único paso,
una hermandad joven en su proyección exterior,
y un río que dejaba de ser frontera para convertirse en camino.
Más de un siglo después, aquella escena volvió a cobrar vida. Con motivo del 275 aniversario fundacional de la Hermandad de las Aguas, la corporación protagonizó un cruce extraordinario del Puente de Triana, recreando simbólicamente aquel Domingo de Ramos de 1892 y estableciendo un emotivo diálogo entre pasado y presente.
Imágenes como esta no solo forman parte de la memoria gráfica de la Semana Santa de Sevilla. Son testimonio de momentos en los que una hermandad no solo avanza en su recorrido, sino que define su lugar en la historia. Porque hay cruces que no se olvidan, y puentes que cambian para siempre el rumbo de una cofradía.


