La historia del Cristo del Rayo es una de esas leyendas malagueñas que unen fe, misterio y elementos naturales. Su origen se remonta hacia el año 1870, cuando una tormenta de inusitada violencia sacudió la ciudad de Málaga. Truenos y relámpagos, poco habituales incluso para los malagueños acostumbrados al buen clima, sembraron el pánico en las calles.
En plena tempestad, un rayo cayó con gran estruendo sobre la Iglesia de Santiago, uno de los templos más antiguos de la ciudad. El impacto fue tan poderoso que alcanzó el camarín donde se veneraba la imagen de Jesús de las Llagas y la Columna, ubicada en la capilla del baptisterio.
Un milagro entre el fuego
El rayo atravesó la estancia dejando señales evidentes de su paso —marcas quemadas en muros y suelos—, pero ocurrió lo que muchos consideraron un milagro: la imagen no sufrió daño alguno. Ni una astilla, ni una quemadura, ni el más mínimo desperfecto en la talla. Este hecho fue interpretado como una intervención divina y la imagen comenzó a ser conocida popularmente como «El Cristo del Rayo».
Desde aquel día, se le atribuyeron numerosos milagros y favores, convirtiéndose en una de las devociones más queridas de Málaga.
El triste final de la talla
Lamentablemente, la venerada imagen no pudo salvarse de la furia humana. En el año 1931, durante los graves disturbios anticlericales que llevaron al incendio de iglesias y conventos en toda España, la talla fue destruida, como tantas otras imágenes sagradas de la ciudad.
Hoy, el recuerdo del Cristo del Rayo sigue vivo entre los devotos y estudiosos de la religiosidad popular, como símbolo de resistencia ante las fuerzas de la naturaleza y del fervor inquebrantable del pueblo malagueño.

