La Hermandad de la Vera-Cruz de Jerez de la Frontera, una de las más antiguas de la ciudad, protagoniza un capítulo singular en la relación histórica entre cofradías sevillanas y jerezanas. Aunque las influencias directas de Sevilla sobre esta hermandad fueron breves, dejaron huella en sus pasos y enseres procesionales.
Dos pasos, una historia
Con sede en San Juan de los Caballeros, la Vera-Cruz jerezana cuenta con dos pasos que recorren las calles cada Jueves Santo. El primero de ellos, el Santísimo Cristo de la Esperanza entre los ladrones, San Dimas y Gestas, ha despertado durante décadas el interés de historiadores y devotos por su posible autoría.
Durante años se ha atribuido la obra a Juan de Mesa o a alguno de sus discípulos, debido al parecido de su rostro con el Cristo del Gran Poder sevillano. Actualmente, la hipótesis más aceptada señala a Sebastián Rodríguez, dada la similitud con el Cristo del Buen Fin de Sevilla. También se ha sugerido a Felipe de Ribas, aunque las transformaciones sufridas por sus obras dificultan esta identificación.
Sea quien fuere el autor, lo cierto es que se trata de un crucificado del siglo XVII con evidentes rasgos ‘mesinos’, que reflejan la influencia del estilo sevillano en la imaginería jerezana.

Una anécdota de 1960
Un episodio curioso vincula este Cristo con Sevilla de manera indirecta. En 1960, durante la primera salida tras la reorganización de la cofradía quince años antes, el Cristo de la Esperanza procesionó sobre un paso cedido temporalmente por la Hermandad del Amor de Jerez, que lo había adquirido tres años antes a la Soledad de San Buenaventura.
En aquel desfile se acompañaba al crucificado con la antigua Virgen de las Lágrimas y tallas prestadas de San Juan y la Magdalena. Al año siguiente se estrenó el paso actual, diseñado por Luis Jiménez Espinosa y Manuel Guzmán Bejarano, con los ladrones tallados por Francisco García Madrid en 1964.

El palio y la Virgen de las Lágrimas
El segundo paso, de palio, está presidido por Nuestra Señora de las Lágrimas, imagen de 1963 realizada por Antonio Eslava. El imaginero carmonense restauró la antigua titular, pero ante el deterioro optó por crear una nueva figura, conservando los rasgos esenciales de la original y agregando su estilo característico.
Entre 2006 y 2011, el palio también incorporó enseres cedidos temporalmente desde Sevilla, concretamente los faroles de entrevarales y de cola del palio de la Virgen de los Dolores de la Hermandad de las Penas de San Vicente.
Tradición y singularidad
La cofradía jerezana se distingue por abrirse con un muñidor y por portar un Lignum Crucis en su cruz de guía. Al igual que la Vera-Cruz sevillana, este relicario se convierte en un elemento casi autónomo, ya que la cruz arbórea con sudario se lleva en andas por cuatro nazarenos, funcionando casi como un tercer paso.
Este conjunto de elementos históricos y artísticos confirma la riqueza de la tradición de la Vera-Cruz de Jerez, que, aunque influida por Sevilla en ciertos momentos, mantiene su identidad y estilo propios.


