Explorar el pasado de las hermandades sevillanas siempre abre una ventana privilegiada hacia los capítulos menos conocidos de su trayectoria. Mirar atrás no solo satisface la curiosidad de los cofrades, sino que también permite entender cómo se gestaron sus raíces y qué episodios marcaron la continuidad de su devoción hasta llegar al presente.
Una imagen olvidada que precedió al actual titular
La historia conduce en esta ocasión al primitivo Cristo que presidió durante siglos a la Hermandad de los Panaderos, una talla mencionada recientemente por el Archivo Cofrade. Antes de la llegada de la actual imagen de Antonio Castillo Lastrucci, fue esta antigua escultura la que encarnó la advocación de Nuestro Padre Jesús del Soberano Poder en su Prendimiento.
En 1945, la corporación emprendió una profunda renovación del misterio, sustituyendo por completo el conjunto procesional. La antigua talla, cargada de serenidad en su expresión, dejó paso a la obra del célebre imaginero sevillano, iniciándose así una nueva etapa para la cofradía.
Una autoría envuelta en hipótesis
La escultura primitiva es de autor desconocido, aunque numerosos expertos han señalado la posible mano de Francisco Ruiz Gijón, el mismo artista que creó al legendario Cristo de la Expiración de Triana, el Cachorro. De confirmarse esta atribución, su origen se situaría en pleno siglo XVII, una época en la que el estilo barroco alcanzó una de sus mayores cotas en Sevilla.
Durante la Guerra Civil, la hermandad decidió ocultar la imagen en la cripta de su capilla para protegerla de los ataques que sufrieron tantas obras devocionales. Aunque esta medida evitó su destrucción, el encierro provocó daños relevantes en la talla, como sucedió con imágenes tan conocidas como la Macarena o la Amargura.
Un traslado que cerró una etapa de tres siglos
Aunque dejó de procesionarse en 1945, la imagen no encontró destino definitivo hasta el 19 de mayo de 1972, fecha en la que la Hermandad de los Panaderos acordó su cesión a la Hermandad del Juncal. Desde entonces recibe culto bajo la advocación de Nuestro Padre Jesús Cautivo en su Soledad, integrándose plenamente en la vida de su nueva corporación.
A raíz del visible deterioro que presentaba la escultura, el Juncal encargó su restauración al imaginero Antonio Gavira Alba. Fue en esta intervención cuando salió a la luz un sorprendente hallazgo: un pergamino oculto en el interior de la talla que documentaba una restauración anterior realizada en 1925 por Francisco Marcos Díaz-Pinta, imaginero valenciano afincado en Sevilla y muy activo en los preparativos de la Exposición Iberoamericana.
Una huella que aún permanece en San Andrés
Con su entrega al Juncal se cerró definitivamente una tradición de más de trescientos años, en los que la imagen primitiva fue titular indiscutible de la hermandad de la calle Orfila. Sin embargo, su memoria continúa viva. En la fachada de la Capilla de San Andrés, la corporación conserva un azulejo que recuerda al Cristo que un día presidió su historia y que sigue formando parte del patrimonio sentimental de los Panaderos.


