El 17 de junio de 1690 marcó un hito en la historia religiosa de Sevilla. Aquel día, en la Hermandad de la Virgen de la Alegría de San Bartolomé, se rezó por primera vez un Rosario público de la aurora, una práctica que transformaría la devoción popular sevillana y que con el tiempo eclipsó incluso a las hermandades penitenciales.
El contexto histórico: Sevilla en tiempos de Carlos II
En ese año, España vivía bajo el reinado de Carlos II, conocido por su débil capacidad de gobierno. En Sevilla, el arzobispo era Don Jaime de Palafox y el conde de Montellano, José de Solís, ejercía como Asistente de la ciudad.
El detonante de aquel fervor religioso fue la muerte del dominico Fray Pedro de Ulloa, predicador que había defendido con fuerza el rezo del Rosario frente a las corrientes quietistas. Su fallecimiento el 6 de junio desató una ola de devoción entre el pueblo, con multitudes que buscaban reliquias de su cuerpo y con honras fúnebres que se prolongaron durante varios días.
El nacimiento del Rosario de la aurora en Sevilla
En medio de ese clima de fervor, el 17 de junio de 1690 los hermanos de la Virgen de la Alegría salieron desde San Bartolomé con luces e insignias, entonando alabanzas a la Virgen al amanecer. Así nació el Rosario público de la aurora, una devoción que rápidamente se extendió por toda la ciudad.
Con el paso de los años, estos cortejos se multiplicaron. Procesiones sin itinerario fijo, faroles, estandartes y rezos cantados marcaron una nueva forma de vivir la fe en las calles sevillanas. La expresión popular «acabar como un Rosario de la aurora» tiene su origen precisamente en los enfrentamientos que se producían cuando coincidían varias cuadrillas en un mismo lugar.
La expansión en el siglo XVIII
Durante el siglo XVIII, los rosarios de la aurora alcanzaron cifras espectaculares. La Guía de Forasteros de Sevilla de 1758 contabilizaba 81 rosarios de hombres, 47 de mujeres y hasta uno infantil. El historiador Justino Matute afirmó que era más fácil enumerar los templos que no tenían Rosario que los que sí lo tenían.
Los rosarios se convirtieron en auténticos fenómenos sociales y religiosos: liturgia callejera, devoción compartida y lugar de encuentro. El rezo cantado, pausado y solemne atraía tanto a devotos como a curiosos, consolidando una práctica que sigue viva en Sevilla.
La Virgen de la Alegría, origen de una devoción
La Virgen de la Alegría de San Bartolomé fue el epicentro de esta transformación de la religiosidad popular. Su hermandad protagonizó el primer Rosario público de la historia sevillana, dando inicio a una tradición que ha perdurado más de tres siglos.

