Un día de ayuno y abstinencia para los devotos cristianos, uno en el que reflexionar por el inicio de la Cuaresma y una jornada cargada de tradiciones, algunas de las cuales van a verse este año modificadas por culpa del coronavirus. Mañana será Miércoles de Ceniza y el obispado ha anunciado que, al igual que en años anteriores, habrá eucaristía y via crucis en la Catedral de la Asunción, presididos ambos por el obispo, Amadeo Rodríguez, aunque con novedades impuestas por la situación sanitaria derivada de la pandemia.
Los actos comenzarán a las 18:00 horas y lo harán con un aforo reducido (del 30 por ciento, unas 300 personas) por lo que las puertas del templo abrirán unos 45 minutos antes para que los asistentes puedan ir encontrando su ubicación, sin que haya ningún tipo de aglomeración. La imposición de la ceniza también tendrá variaciones considerables para evitar cualquier riesgo de contagio. Tal y como ha informado la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, «pronunciada la oración de bendición de las cenizas y después de asperjarlas, sin decir nada, con el agua bendita, el sacerdote se dirigirá a los presentes, diciendo una sola vez y para todos los fieles, la fórmula del misal romano: «Convertíos y creed en el Evangelio», o bien: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás».
Después, el sacerdote se limpiará las manos y se pondrá la mascarilla para proteger la nariz y la boca para posteriormente ir acercándose a los fieles que estén de pie, permaneciendo en su lugar «dejar caer sobre la cabeza de cada uno, sin decir nada». Entienden desde el Obispado que toda precaución es poca y por eso el via crucis de este año también será estático, como la imposición de la ceniza.
Como es tradición, cada año es invitada una imagen de las que procesionan en la Semana Santa de Jaén a presidir el presbiterio y posterior via crucis. Este año, será el Santo Sepulcro de San Juan quien presida el piado ejercicio, que no será como en otras ocasiones por las calles de Jaén, sino que se rezará, al concluir la misa, dentro del templo Catedral, con los asistentes inmóviles en sus asientos.