La tradición oral sevillana conserva un relato singular que, durante siglos, ha servido para explicar el origen y destino de tres veneradas imágenes de Crucificados repartidas entre Sevilla, San Juan de Aznalfarache y Coria del Río. Es la conocida Leyenda de los Tres Cristos, un episodio maravilloso que entrelaza fe, historia y marinería en los primeros tiempos de la expansión hacia el Nuevo Mundo.
Un viaje hacia América detenido por un misterioso designio
La historia sitúa la acción en el puerto de Sevilla, desde donde partió una carabela rumbo a las recién descubiertas tierras americanas. A bordo viajaban varios frailes franciscanos destinados a fundar nuevas misiones evangelizadoras. Para presidir cada una de estas fundaciones, transportaban en la bodega tres imágenes de Cristo crucificado.
El viaje, sin embargo, no comenzó como estaba previsto. Pese a contar con viento y corriente favorables, el barco permanecía inmóvil. El capitán ordenó entonces aligerar la carga pensando que la nave estaba varada. Al desembarcar uno de los Crucificados, la carabela empezó a avanzar de inmediato. El hecho se interpretó como una señal divina: aquella imagen debía quedarse en Sevilla.
El segundo milagro: el Cristo de Valparaíso
La embarcación continuó su ruta, pero al pasar frente a la Hacienda de Valparaíso, ya en el término de San Juan de Aznalfarache, volvió a detenerse sin explicación. De nuevo se procedió a descargar, y nuevamente el prodigio se repitió: al retirar el segundo Crucificado, la nave retomó su marcha. Los tripulantes no dudaron en dejar allí la imagen, que fue depositada en la capilla de la hacienda.
Coria del Río y el destino del tercer Crucificado
Cuando la carabela avanzaba hacia mar abierta, ocurrió por tercera vez. Frente al Cerro de San Juan, en Coria del Río, la nave quedó otra vez paralizada. Conociendo ya el patrón de los hechos, los tripulantes descargaron parte del cargamento hasta desembarcar el tercer Cristo, momento en que el barco volvió a navegar con normalidad.
La imagen fue llevada a la ermita de San Juan Bautista, donde quedó definitivamente. Liberada de aquel misterioso freno, la flota continuó su rumbo hacia América, donde los misioneros franciscanos fundaron la ciudad de Vera Cruz en Nueva España.
A partir de este relato nacen los tres Crucificados que aún hoy reciben culto en la provincia de Sevilla.
Los tres Cristos de la leyenda
1. Cristo de la Vera Cruz de Sevilla
Esta talla, realizada en madera policromada, es considerada una de las esculturas cristíferas más antiguas que procesionan en la Semana Santa de Sevilla. Mide 1,35 metros de altura y pertenece a la primera mitad del siglo XVI. Se trata de un Cristo muerto clavado con tres clavos, probablemente pensado para ser portado por sacerdotes en procesiones primitivas.
Su estilo conecta con el círculo de Roque de Balduque, destacando la posible relación con Antón Vázquez, autor del Cristo de la Vera Cruz de Arcos de la Frontera. Actualmente preside el altar mayor de la Capilla del Dulce Nombre de Jesús.

2. Cristo de Valparaíso
El Cristo de Valparaíso es una delicada imagen de cartón piedra policromado, fechada en el siglo XVII y atribuida a un autor desconocido. Su historia está ligada a la antigua Hacienda de Valparaíso, desde donde fue trasladado en 1950 al templo del Colegio Portaceli, en la zona de la Buhaira.
Ha sido restaurado recientemente por el profesor Pedro Manzano, recuperando la belleza original de esta singular talla.

3. Cristo de la Vera Cruz de Coria del Río
El Crucificado de Coria del Río es una pieza excepcional. Fechado en 1500, es una de las imágenes más antiguas de la provincia sevillana que aún procesiona. De autor anónimo, algunos expertos lo vinculan a la escuela de Gil de Siloé por su mezcla de rasgos del gótico tardío y del primer Renacimiento.
Tallado en una sola pieza de madera noble y completamente ahuecado, destaca por su realismo, el dramatismo expresivo y la elegante curvatura de su composición. Su valor artístico es extraordinario, pues combina los últimos ecos medievales con las nuevas proporciones idealizadas del Renacimiento.


