La renuncia de los capataces Francisco José Gallardo y Manuel García Requejo pone en evidencia los problemas estructurales de la cofradía en su sede de San José
La Hermandad de la Paz de Cádiz enfrenta un nuevo capítulo de incertidumbre tras la dimisión de sus capataces, Francisco José Gallardo Ortega y Manuel García Requejo, responsables del paso de misterio. Esta renuncia, lejos de ser un hecho aislado, destapa una crisis persistente que combina desafíos logísticos, geográficos y humanos, y que ha marcado el rumbo de la cofradía en los últimos años.
Ubicada en la Parroquia de San José, alejada del núcleo histórico de Cádiz, la hermandad lucha por superar las limitaciones que impone su localización. La distancia del centro complica la organización de la procesión del Domingo de Ramos, un evento que, aunque anual, concentra las mayores dificultades para la cofradía. La falta de una cuadrilla de cargadores estable y los recorridos exigentes han desgastado a sucesivos equipos de capataces, incluidos nombres de peso como Manuel Jesús Peña, Gerardo Navarro o los hermanos Martín, quienes también abandonaron el proyecto en el pasado.
El traslado a San José, aprobado hace casi una década, prometía ser una oportunidad para modernizar y descentralizar la hermandad. Sin embargo, la realidad ha sido otra. La decisión, tomada en un cabildo extraordinario, subestimó los retos de la carga y la logística, generando un problema recurrente que hoy sigue sin resolverse. La pregunta planteada en 2016 por un hermano —“¿está controlado el aspecto de la carga para el Domingo de Ramos?”— resuena ahora con más fuerza, evidenciando una planificación insuficiente.
¿Hacia dónde va la Hermandad de la Paz?
La dimisión de Gallardo y Requejo abre un debate crucial sobre el futuro de la cofradía. Entre las opciones que se barajan, algunos hermanos abogan por adoptar el costal, un sistema de carga que podría aliviar las exigencias físicas del recorrido. Otros, más nostálgicos, proponen un regreso al barrio del Carmen, donde los trayectos eran más manejables y la hermandad gozaba de una mayor conexión con el entorno gaditano.
Por el momento, la junta de gobierno guarda silencio, y los hermanos aguardan una estrategia clara para superar esta encrucijada. La experiencia de capataces veteranos, que en su día decidieron apartarse, sugiere que la solución no será sencilla. Como reza el refrán, “la experiencia es la madre de la ciencia”, y la Hermandad de la Paz tiene ante sí la oportunidad de aprender de sus errores para construir un futuro más sólido.

