En 2025 se conmemoran 40 años desde que cinco mujeres salieron de incógnito en la Hermandad de los Javieres, marcando un hito en la integración femenina en las procesiones sevillanas
La participación de las mujeres en los cortejos procesionales de la Semana Santa de Sevilla tiene raíces más profundas de lo que muchos podrían imaginar. Sin embargo, durante gran parte del siglo XX, las mujeres fueron excluidas de esta tradición debido a decisiones eclesiásticas que buscaban «ordenar» la Semana Mayor. Este 2025 se cumplen 40 años desde que cinco hermanas de la Hermandad de los Javieres desafiaron las normas y salieron como nazarenas «de incógnito», un acto que marcó un punto de inflexión en la lucha por la igualdad en las cofradías sevillanas.
Una Presencia Antigua que Fue Silenciada
Históricamente, las mujeres han estado presentes en las procesiones sevillanas desde hace siglos. Documentos del siglo XVII, como los recopilados por el historiador Félix González de León en su obra Historia crítica y descriptiva de las Cofradías de Penitencia, Sangre y Luz (1852), revelan que en la Hermandad del Silencio las mujeres constituían hasta el 50% de los nazarenos, formando un tramo diferenciado con velas de media libra de cera encendidas. Asimismo, el Gran Poder también contó con un numeroso grupo de hermanas devotas que procesionaban hasta finales del siglo XVIII.
En el siglo XVII, las «cofradas» eran mencionadas en textos de las hermandades, y en 1621, la Hermandad de la Vera Cruz obtuvo una licencia para que las mujeres pudieran entrar en su capilla en el convento Casa Grande de San Francisco. Las doncellas participaban con escapularios y velas verdes, una práctica que se reguló con ciertas condiciones para permitir su acceso a los espacios religiosos.
La Prohibición de 1929: El Cardenal Ilundain y las Reformas
La presencia femenina en los cortejos procesionales se vio drásticamente interrumpida en 1929, cuando el cardenal Eustaquio Ilundain y Esteban dictó una serie de normas destinadas a «poner orden» en la Semana Santa sevillana. Estas reformas no solo afectaron a las mujeres, sino que también impusieron restricciones severas en otros aspectos: se prohibieron las saetas, los pasos no podían detenerse a petición expresa y los horarios se acortaron notablemente (por ejemplo, las cofradías de la Madrugá debían estar de regreso antes de las nueve de la mañana, con la excepción de la Esperanza de Triana, que podía entrar a las diez).
En cuanto a las mujeres, Ilundain prohibió su participación como nazarenas, salvo en aquellas hermandades con más de 30 años de tradición en esta práctica y siempre limitando su número a un máximo de 40. Esta restricción buscaba, en la práctica, eliminar su presencia en las procesiones, una exclusión que se prolongó hasta finales del siglo XX.
La Resistencia Silenciosa y el Cardenal Segura
Durante las décadas siguientes, algunas mujeres encontraron formas de desafiar estas prohibiciones. Según relatos históricos, muchas recurrieron a disfrazarse de hombres para poder salir como nazarenas, dando lugar a anécdotas que aún se recuerdan en las cofradías. Sin embargo, la llegada del cardenal Pedro Segura y Sáenz en la década de 1940 endureció aún más las restricciones. Segura limitó la participación femenina incluso en las pocas excepciones que se habían mantenido: en 1940, las mujeres de la Hermandad de San Antonio Abad salieron con velas apagadas en filas de seis, pero esta práctica desapareció completamente en 1943. Segura también emitió más de 50 cartas pastorales sobre moral pública, censurando aspectos como la vestimenta, el baile y las fiestas primaverales sevillanas.
El Regreso de las Mujeres Nazarenas: Los Javieres y el Punto de Inflexión
El cambio comenzó a gestarse en la década de 1980 con la llegada de fray Carlos Amigo Vallejo como arzobispo de Sevilla. En 1985, la Hermandad de los Javieres dio un paso histórico al permitir que cinco mujeres —Maruja Vilches, Mari Carmen Pérez, Remedios Márquez, Nieves León y Nieves García— salieran como nazarenas de manera encubierta, con el conocimiento exclusivo del hermano mayor, José García, y del arzobispo Amigo. Este acto marcó el inicio de la integración femenina en los cortejos procesionales tras más de medio siglo de exclusión.
Al año siguiente, en 1986, los Javieres aprobó oficialmente la salida de mujeres, con 16 hermanas nazarenas que procesionaron bajo una intensa atención pública. En 1987, otras hermandades como Vera Cruz (con 19 mujeres), San Esteban y, posteriormente, San Roque, Santa Marta, la Candelaria, los Panaderos y la Sagrada Mortaja se sumaron a esta apertura.
Hacia la Plena Igualdad: Normas Diocesanas y la Madrugá
El avance hacia la igualdad continuó en 1997, cuando fray Carlos Amigo emitió unas normas diocesanas que otorgaban a las mujeres el derecho a participar en los cabildos con voz y voto, aunque no se mencionaba explícitamente su integración en los cortejos procesionales, dejando la decisión a cada hermandad. No fue hasta 2001 cuando la Madrugá sevillana volvió a contar con mujeres nazarenas, gracias a la aprobación de la Hermandad de la Macarena (354 votos a favor y 285 en contra), seguida por la Hermandad de los Gitanos. En 2003, la Esperanza de Triana también permitió la participación femenina.
En 2007, la Hermandad del Calvario fue la primera de ruán en incluir mujeres en la Madrugá, seguida por el Gran Poder en 2008 y el Silencio en 2011, año en que el arzobispo Juan José Asenjo dictó un decreto que garantizaba la plena igualdad de las mujeres en todos los aspectos de las cofradías sevillanas.
Un Camino de Resistencia y Conquista
La lucha por la integración de las mujeres en la Semana Santa de Sevilla es un reflejo de su perseverancia y devoción. Desde las cofradas del siglo XVII hasta las pioneras de los Javieres en 1985, las mujeres han demostrado que su lugar en los cortejos procesionales no solo es legítimo, sino esencial para la riqueza y diversidad de esta tradición. Este 2025, al cumplirse 40 años de aquel hito histórico, Sevilla celebra no solo su pasado, sino también un presente donde la igualdad es una realidad palpable en cada procesión.

