El imaginero andaluz Juan Alberto Pérez Rojas ha culminado una nueva imagen mariana destinada a la Immaculate Conception Church de la ciudad de Omaha, en el estado de Nebraska (Estados Unidos). La parroquia, atendida pastoralmente por la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro (FSSP), se encuentra en la fase final de un proceso de restauración y renovación litúrgica en el que esta nueva talla ocupa un papel central en la configuración de su patrimonio devocional.
La obra representa a Nuestra Señora de los Dolores, concebida como imagen de candelero para vestir. Supone un enfoque novedoso dentro de la producción reciente del escultor, destacando la delicadeza del rostro, el naturalismo de los rasgos y una carga emocional intensa en su expresión.
Una Dolorosa de intenso realismo y expresión contenida
La Virgen presenta un rostro ovalado y de volúmenes estudiados, con una marcada definición en mandíbula y mentón que aporta serenidad y solidez a la figura. La mirada, ligeramente elevada, se acompaña de cinco lágrimas de cristal distribuidas en ambos pómulos que acentúan el sentimiento de pena íntima y recogida.
La boca entreabierta, donde se distinguen con precisión dientes y lengua, transmite una sensación de suspiro o súplica silenciosa, reforzada por el pliegue fruncido del entrecejo. Pérez Rojas ha optado en esta obra por modelar el cabello y las orejas, aportando una mayor definición escultórica y singularidad respecto a citas anteriores.
Iconografía y gesto devocional
La imagen sostiene con la mano izquierda una espada plateada clavada en el pecho, aludiendo al pasaje profético de Simeón en el Evangelio de Lucas (Lc 2, 34-35), donde se anuncia el dolor de María junto a la Pasión de Cristo. La mano derecha, extendida, intensifica la composición y remite a grabados y modelos devocionales difundidos por la Orden Servita en los siglos XVII y XVIII.
La anatomía del cuello, donde se aprecian tensiones musculares sutiles, aumenta la fuerza emocional de la imagen, transmitiendo un dolor humano y cercano.
Policromía y ajuar
La policromía, de factura nacarada y pulcra, sigue la línea característica del autor: cejas suaves y finas, labios con delicado tono carmesí y un matizado sonrosado en párpados y mejillas que potencian el dramatismo sin caer en exageraciones.
El ajuar ha sido diseñado y bordado por Jesús Rosado, de Écija, empleando terciopelo enriquecido con bordados en oro. La orfebrería que acompaña la obra procede del taller sevillano de Jesús Domínguez, mientras que la documentación fotográfica es obra de David Arias.

