En las orillas del Guadalquivir, entre las localidades de Sevilla, San Juan de Aznalfarache y Coria del Río, perdura una de las leyendas más fascinantes de la tradición cristiana andaluza: la Leyenda de los Tres Cristos. Un relato transmitido durante siglos por vía oral y que mezcla el fervor religioso con la tradición marinera de la Sevilla del siglo XVI, cuando partían rumbo al Nuevo Mundo las primeras expediciones evangelizadoras.
Según cuenta esta antigua tradición, una carabela partió del puerto de Sevilla con rumbo a América. A bordo viajaban misioneros franciscanos y tres imágenes de Cristo crucificado destinadas a presidir sendas misiones fundacionales en el continente recién descubierto. Sin embargo, lo que parecía una travesía ordinaria, pronto se convirtió en un relato extraordinario que marcaría la historia religiosa de tres enclaves del Aljarafe sevillano.
Un primer milagro en el puerto de Sevilla
La carabela, lista para zarpar, no lograba avanzar pese a tener viento y corriente favorables. El capitán, creyendo que el navío estaba encallado, ordenó aligerar carga. Entre los enseres, se desembarcó la primera de las imágenes de Cristo. Fue entonces cuando el barco, de forma súbita, comenzó a navegar. El episodio fue interpretado como una señal divina, y el crucificado fue dejado en Sevilla. Aquella imagen acabaría convirtiéndose en el actual Santísimo Cristo de la Vera Cruz, una talla sevillana de madera policromada datada en la primera mitad del siglo XVI, atribuida al entorno de Roque de Balduque y conservada hoy en la Capilla del Dulce Nombre de Jesús.
La segunda parada milagrosa: Hacienda de Valparaíso
Continuando su rumbo, la nave se detuvo de nuevo frente a la Hacienda de Valparaíso, en término de San Juan de Aznalfarache. El patrón, desconcertado, ordenó una vez más descargar parte de la mercancía, desembarcando la segunda imagen del Crucificado. En ese mismo instante, la nave reanudó su marcha. Este segundo Cristo fue depositado en la capilla de dicha hacienda, y siglos más tarde, en 1950, trasladado al templo del Colegio Inmaculado Corazón de María-Portacoeli, en Sevilla. La imagen, realizada en cartón piedra policromado en el siglo XVII, ha sido restaurada recientemente por el profesor Pedro Manzano.
Tercer destino: Coria del Río
Apenas superada la Hacienda de Valparaíso, la embarcación se detuvo por tercera vez, esta vez frente a Coria del Río, al pie del Cerro de San Juan. Repitiendo el patrón de los episodios anteriores, se descargó el tercer Crucificado y el barco volvió a navegar, prosiguiendo finalmente su camino hacia América. Esta imagen quedó en la ermita de San Juan Bautista de Coria, convirtiéndose en el Santísimo Cristo de la Vera Cruz de Coria del Río, una talla fechada en marzo de 1500 y atribuida a la escuela de Gil de Siloé. Considerado el Crucificado procesional más antiguo de la provincia de Sevilla, esta escultura de gran valor artístico refleja la transición del gótico final al primer Renacimiento.
Un legado que une historia y devoción
La Leyenda de los Tres Cristos no solo narra un hecho extraordinario de la historia local, sino que refleja el modo en que la fe y el arte se entrelazaron en el contexto de la evangelización de América. Cada uno de estos crucificados conserva un profundo vínculo con el lugar donde, según la tradición, la Providencia quiso que permanecieran. Son testimonio de una época, de una misión espiritual y de la intensa religiosidad que sigue viva en estas tres localidades sevillanas.
En la actualidad, estas tres imágenes siguen recibiendo culto y formando parte activa de la Semana Santa andaluza, siendo objeto de veneración por miles de fieles que, generación tras generación, mantienen viva una leyenda que une historia, fe y misterio a orillas del Guadalquivir.


