Una de las tradiciones más singulares y arraigadas de la Semana Santa de Málaga es, sin duda, la liberación anual de un preso durante la procesión de Nuestro Padre Jesús «El Rico». Detrás de este acto simbólico y lleno de carga emocional se esconde una leyenda de fe, desobediencia y milagro, que se remonta a los tiempos del rey Carlos III, en el siglo XVIII.
El origen de la leyenda: peste y procesión
Durante una devastadora epidemia de peste que azotó Málaga, las calles quedaron desiertas y muchas familias fueron diezmadas. La gravedad del brote impidió que se celebraran las tradicionales procesiones de rogativas, en las que se suplicaba al cielo por el fin del sufrimiento.
Paradójicamente, la prisión malagueña fue uno de los lugares menos afectados por la epidemia. Los presos, movidos por la devoción y la necesidad de interceder ante Dios, pidieron permiso a las autoridades para procesionar la imagen de Nuestro Padre Jesús El Rico. La negativa fue tajante: las autoridades temían, con razón, que los reclusos aprovecharan la oportunidad para fugarse.
El motín que se convirtió en milagro
Lejos de resignarse, los presos se amotinaron, escaparon y salieron a las calles con la imagen de El Rico. La ciudad, sorprendida, presenció una procesión improvisada, valiente y profundamente espiritual. Pero el verdadero asombro llegó después: los reclusos, uno a uno, regresaron voluntariamente a la cárcel al finalizar el recorrido. Todos, menos uno.
Este recluso rezagado volvió al día siguiente, pero no lo hizo con las manos vacías. Traía consigo una cabeza de San Juan Bautista degollado, supuestamente sustraída de la antigua iglesia de San Sebastián (actual templo del Santo Cristo de la Salud). Colocó la reliquia junto a la cama de un compañero preso, gravemente enfermo. A los pocos días, tanto este preso como muchos otros malagueños comenzaron a sanar milagrosamente.
El decreto real de Carlos III
Conmovido por los hechos y la demostración de fe de los reclusos, Carlos III firmó un decreto real por el cual se autorizaba, de manera excepcional y permanente, que cada año durante la procesión de El Rico se liberara a un preso. Esta medida, inédita en España, ha perdurado hasta la actualidad, convirtiéndose en uno de los momentos más emotivos y singulares de la Semana Santa malagueña.
Una tradición viva… y con polémica
Cada Miércoles Santo, en medio del paso solemne de El Rico por las calles del centro histórico, se escenifica la liberación de un recluso real, previamente elegido por el Ministerio de Justicia. La talla de El Rico, con su característico gesto de bendición, es testigo de este acto cargado de simbolismo y redención.
Aunque no está exenta de críticas por parte de quienes consideran que se trata de un gesto anacrónico o simbólicamente cuestionable, la tradición continúa vigente y es uno de los pocos casos en los que una cofradía tiene poder para intervenir en un acto legal de indulto.
La cabeza de San Juan Bautista, un recuerdo silencioso
Desde entonces, la cabeza de San Juan Bautista forma parte del cortejo de El Rico, colocada discretamente a sus pies cada Semana Santa. Es el silencioso testimonio de un milagro y de una historia que, entre lo real y lo legendario, sigue cautivando a propios y extraños.

