La conocida composición del poeta sevillano tiene un gran popularidad en nuestra Semana Santa, presente en marchas y en numerosas versiones de artistas flamencos. Sin embargo esconde un significado no tan afín a las procesiones como pueda parecer.
El poema “La Saeta” fue escrito por Antonio Machado en 1914, durante su estancia en Baeza, aunque fue publicado años más tarde dentro de la selección “Poesías completas” formando parte del poemario “Campos de Castilla”.
El sevillano vierte su reflexión crítica en cuatro estrofas en forma de redondillas (1ª, 2ª y 4ª) y una cuarteta (3ª). Es decir, usa el arte menor más cercano a la poesía popular que el verso largo más asociado a lo culto:
¡Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!
¡Cantar del pueblo andaluz,
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!
¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!
Y aunque se puede comprobar como es en el fondo una crítica personal a las veneradas Imágenes ha quedado como uno de los himnos de la Semana Santa gracias a versiones como las de Lebrijano (de su disco Lágrimas de Cera) o El Camarón de la Isla 1990 con Tomatito y su hijo Luis Monge, más abajo). También al cantautor catalán Joan Manuel Serrat, sobre cuya canción se hizo una conocida marcha que escuchamos todos los días en los cortejos procesionales (La voz de Serrat prologa la interpretación de Camarón).
Para finalizar este capítulo versiones de la saeta tan fueras de norma como las de Enrique Morente o Miles David.
He ahí la gran paradoja de su implantación de la cultura popular, el flamenco y en la propia Semana Santa.
Fuente Loscaminosdelcante