ESTÁ preparado en un despacho externo al Ayuntamiento. Por si acaso. Nadie cree que sea necesario su uso, pero hay que tener el informe listo. No puede haber Semana Santa, pero como la evolución de la pandemia puede cambiar hasta hacer cree posible las cosas, el estudio sobre las opciones de celebración está más que realizado. Se trata de un trabajo pormenorizado, que la verdad es que resultaría válido para cualquier ciudad con fuerte arraigo de las manifestaciones de la religiosidad popular. Es imposible que haya una Semana Santa en esta situación. Ni siquiera si mejoramos sustancialmente (Dios lo quiera) los registros. ¿A qué velocidad se tendrían que poner las vacunas? ¿Y si la vacuna da problemas? (Dios no lo quiera). Como las autoridades saben hasta qué punto se pueden topar con frikis, la herramienta de respuesta está preparada para su uso. Y no digamos si a algún representante público de cualquier nivel le da por soltar alguna perla sobre otras posibles modalidades de fiesta, amparado en una mejoría…
Todo indica que de las pascuas navideñas saldremos peor. En enero habrá que recuperar lo perdido. ¡Se dice pronto cuando estamos hablando de muertos, contagiados e ingresados en cuidados intensivos! Para efectuar esta previsión no hace falta ser un analista sagaz, basta con comprobar cómo estaban las calles del centro y las grandes superficies del Aljarafe en un día como ayer, primera jornada en la que nos dejaron movernos con libertad por la provincia.
El informe, realizado por expertos en los movimientos de masas, no deja lugar a ninguna esperanza. Destroza el ánimo de cualquiera. Analiza la imposibilidad de concentrar un cortejo en una iglesia, miles de abonados en la carrera oficial y cientos de personas en un tramo de calles. ¡No se puede! Tendríamos que entrar en una espiral de aforamientos, vallas y medidas de vigilancia que son imposibles cuando se opera con el mapa de una ciudad. Pueden aplicarse en una plaza, un sitio concreto e incluso en un recorrido más amplio, pero limitado. Pero es de locos imaginar una Semana Santa con todas las calles aforadas, con una carrera oficial con un 70% menos de público y, en definitiva, con la asistencia de sólo unos elegidos. Estábamos acostumbrándonos a la videovigilancia y a las vallas en la Puerta de Jerez, Argote de Molina o Santa Ángela de la Cruz, pero todo esto nos ha desbordado. El Consejo no podrá ni comenzar el proceso de renovación de abonos. Eso se sabe ya en San Gregorio, donde la nueva heráldica, según la guasa de las redes sociales, es un hueso de jamón que por la pinta no debe servir ni para caldo.
¿Por qué no se suspende ya la Semana Santa? Porque se está a a la espera de anunciar también la cancelación de la Feria. Todo a la vez y con todos los implicados presentes. El alcalde, el arzobispo, el presidente del Consejo y el delegado de Fiestas Mayores. Si alguien pía, el informe de la Semana Santa pasa del despacho de los expertos a la Delegación de Fiestas Mayores. Y el que quiera leer, que lea. Pero ninguna autoridad asumirá la responsabilidad de dar pie a una locura. Ni test para los costaleros, ni PCR para los músicos, ni otras ideas frívolas. Todo indica que en 2022 podrá ser. Incluso con suerte se podría recuperar antes alguna celebración. ¡Quién sabe! Soñar no cuesta. Pero hasta eso hay que hacerlo con cierta cabeza.
Tal vez en 2021 podamos tener las iglesias abiertas con controles de acceso, una opción que sí se presta a una organización y vigilancia. No somos partidarios de montar pasos porque se trata de no convocar a mucho público. Pero es de esperar que no estemos encerrados como el año pasado, que se puedan celebrar cultos y que se pueda simplemente acudir al encuentro de las devociones.
Los niños aprenderán a valorar más la Semana Santa, porque sabrán que se pueden quedar sin ella cualquier año: por lluvia, o por una pandemia. No todos son los tumultos de una Madrugada. ¡Ay, cuántas amenazas en los últimos años para nuestra fiesta más querida! Es que no hemos parado de sumar factores de riesgo en dos décadas: las carreras, el miedo por el terrorismo islámico, la obsesión por los porcentajes de riesgo de lluvia y ahora el virus.
Recuperaremos la normalidad. Esto no consiste en dos años perdidos. La Semana Santa los cuenta por siglos.