La Virgen de los Reyes, una imagen soñada

La Virgen de los Reyes, una imagen soñada

La Capilla Real de la Catedral está presidida por la famosa imagen de la Virgen de los Reyes, que tiene al Niño sobre sus rodillas. Ambas figuras son góticas, datadas hacia el siglo XIII, probablemente de taller francés, o quizá de escuela castellana con intensa influencia francesa. Esta talla tiene en su interior un mecanismo de madera que, en el pasado, permitía poner en movimiento la cabeza y las manos de ambas figuras.

En su origen se entremezclan la historia y la leyenda, existiendo numerosas versiones. Según la creencia popular, un día llegaron a la corte de Sevilla tres jóvenes vestidos a la francesa. Pidieron hablar con el rey, al que comunicaron que eran artistas y que estaban a su disposición para lo que necesitase. El rey Fernando les contó el sueño que había tenido recientemente sobre una aparición de la Virgen y su intención de conseguir una imagen lo más parecida posible a la que él mismo había visto en sueños. Afirmaron los artistas poder complacerlo, pero necesitaban una sala grande totalmente cerrada y que los dejaran trabajar sin interrupciones. Así se hizo. A los tres días, una criada curiosa, viendo que no salían de allí ni para comer, miró por la cerradura sin distinguir persona alguna, pero sí vio una figura en el centro de la sala. Se avisó al monarca, que mandó abrir la sala inmediatamente, y allí estaba la imagen que él había soñado, ataviada igual que en el sueño, sonriendo con el Niño en los brazos, y ni rastro de los tres jóvenes. Se llegó a la conclusión de que éstos eran, en realidad, tres ángeles que habían descendido del Cielo para que el piadoso rey viese cumplido su deseo. Una virgen tan hermosa sólo podía haber sido hecha por los propios ángeles…

Se dice igualmente que, durante el cerco a Sevilla, el rey Fernando vio a la Virgen en sueños y mandó hacer una talla de su visión, que le acompañó durante toda la campaña. Otra versión afirma que fue encontrada por el ejército cristiano y el rey no quiso separarse de ella, colocándola en la Catedral para que presidiera el templo.

Finalmente, la versión más comúnmente aceptada y más creíble afirma que fue donada al rey San Fernando por el monarca francés Luis IX (San Luis de Francia), que era primo suyo.

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