Sevilla vuelve a vivir un nuevo bienio sin Semana Santa en la calle dos siglos después

 Quedaban apenas tres años para que Niépce creara el embrión de la fotografía, España aún conservaba –por poco tiempo- la gran mayoría de sus territorios de ultramar; acababa de descubrirse la AntártidaGrecia estaba recién independizada del Imperio Otomano y a Napoleón le quedaban días para morir en su destierro de la isla de Santa Helena. En la península IbéricaFernando VII reinaba un país partido en mil pedazos y desmembrado por dentro que aún vivía la resaca de la Invasión Francesa. Era 1821Astorga estaba en plena producción de sus grandes dolorosas y Sevilla se quedaba por segundo año consecutivo sin procesiones en la calle en Semana Santa, hecho que perduró hasta 1825. En 2021, dos siglos después, la historia vuelve a repetirse, esta vez, por una pandemia mundial.

La Semana Santa de Sevilla de 2020 no se ha vivido en la calle y la de 2021 tampoco se hará. El decreto promulgado por el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo Pelegrina, suspendiendo por segundo año consecutivo las procesiones tiene tintes que engordarán las páginas de privilegio de la historia de esta ciudad. Años después, un caso similar se produjo en 1933. En ese momento, la convulsión republicana motivó que no hubiera pasos en la calle pero en 1934 sí salieron 13 hermandades. Sevilla viaja al siglo XIX para reescribir la historia en el XXI.

La Sevilla de 1820 a 1825

Ni la lluvia, ni la guerra, ni las epidemias de peste, ni revolución alguna. El periodo de tiempo más largo sin cofradías en las calles de Sevilla estuvo motivado por avatares políticos que se sucedieron entre 1820 y 1825, periodo en el que se alternó el Liberalismo y el regreso al Absolutismo, y que tendría en la llegada de un nuevo alcalde, entonces llamado Asistente, el regreso a la normalidad.

El historiador Manuel Jesús Roldán argumenta, en un reportaje publicado en las páginas de este periódico, que el «el 11 de mayo de 1825, José Manuel de Arjona y Cubas tomaba posesión de su cargo de Asistente de la ciudad, en una época en la que el alcalde hispalense todavía tenía el título de Ilustre. Fernando VII, nombraba unos meses antes al nuevo cargo en estos términos: “Tengo a bien nombrar para que sirva, también en comisión, la intendencia del ejército de Andalucía y la Asistencia de Sevilla a Don José Manuel de Arjona, de mi Consejo Real y Supremo de la Cámara, conservando la propiedad de estos destinos y dispondréis su cumplimento. Yo, el Rey»”. En ese momento, Sevilla volvería a tener pasos en Semana Santa tras cinco años de ausencia.

Roldán esgrime que «Arjona era de familia noble y tenía una notable fortuna. La mayoría de sus contemporáneos destacaron sobre todo su trabajo infatigable para conseguir hacer de Sevilla un lugar que estuviera al nivel de su importancia histórica». Durante su periodo se reformó el alumbrado de las calles, mejoró los servicios públicos, controló las edificaciones abusivas, introdujo las aceras en muchas de las calles de la ciudad, creó los jardines del Cristina y los de las Delicias, inauguró el hospicio de niños y ancianos que se situó frente al convento de Madre de Dios, mejoró la Alameda, el Arenal y otros paseos. «Una estabilidad que llegó en el primer año de su mandato al mundo de las hermandades», ya que en 1826 salieron siete cofradías en Semana Santa, siendo el preludio de un nuevo renacer de una celebración que se concretaría en 1830 con la recuperación de la cofradía del Santo Entierro. Se superaba una de las grandes crisis de la historia de las cofradías que, veían nacer su etapa romántica.

¿Qué dejó a Sevilla sin cofradías hace dos siglos?

En 1820 se produjo el pronunciamiento de Riego en Las Cabezas de San Juan contra el absolutismo de Fernando VII que imperaba en España. El coronel entró en Sevilla el 20 de marzo de 1820, era Lunes Santo. Desde allí comenzó el largo quinquenio sin cofradías.

El mismo día de la entrada del comandante Rafael del Riego en la ciudad, el general Moreno y Daoiz, jefe superior político interino, «dictó un edicto por el que impedía a las hermandades el uso del “traje de nazareno”, les prohibía estar en la calle después del toque de oraciones y mandaba a las de madrugada que no salieran hasta el amanecer, todo ello en bien del “interés público y la conservación del orden”», señala el historiador. Ante ello, las corporaciones que tenían previsto salir en los días siguientes declinaron salir por “las extrañas condiciones que imponía la autoridad civil con alardes arbitrarios y las hostilidades a las nuevas ideas”, en un proceso que refiere Velázquez y Sánchez en sus Anales, donde advierte de la futura “fratricida lucha”.

Llegó 1821 y se mantuvo la prohibición. La situación se agravó por una manifestación celebrada el domingo de Ramos y por la sensación, según refiere el investigador Rafael Jiménez Sampedro en el libro ‘La Semana Santa del siglo XIX’, de que «podía haber algún intento de supresión definitiva de las cofradías». Las procesiones que se vivieron aquel año en la ciudad fueron las celebradas con motivo de la beatificación del fundador de la orden de trinitarios descalzos, Juan Bautista de la Concepción, que motivó diferentes salidas desde el convento de los Trinitarios (los Descalzos de la Plaza de San Pedro) o desde la parroquia de San Miguel. En 1822 se mantuvo la prohibición de las cofradías y la ciudad solo tuvo en la calle a las bandas militares, que salieron de san Buenaventura manifestando el cambio de regimiento militar, y a las procesiones solemnes por la muerte del obispo auxiliar Fray Miguel Hernández.

En 1823 se mantuvo la difícil situación de prohibición. Roldán comenta en este reportaje publicado en las páginas de ABC que «con la llegada de la familia Real a Sevilla y la cercana reinstauración del Absolutismo, tras la invasión de los franceses al amparo del Congreso de Verona, “acordando no salir las cofradías, disminuyendo las ordinarias funciones religiosas y notándose en nuestras basílica metropolitana menos aparato que el de costumbre en los principales oficios”».

Volvía el absolutismo de Fernando VII en 1824, «tras la vergonzosa ayuda de los invasores franceses, pero no volvió la normalidad a las cofradías», esgrime el historiador. En 1824, el nuevo Asistente, José Aznares, hacía pública una nueva prohibición por la que “no se permitiría la salida de las cofradías de nazarenos que han acostumbrado a hacer estación con sus imágenes a la Santa Iglesia Catedral”, lo que motivó que “las doce hermandades que tenían acordada su estación a la santa iglesia Catedral hubieran de resignarse ante la negativa inflexible del permiso civil”. Roldán apunta que «una vez más, se consideraba que la presencia de cofradías en las calles podía ser motivo de enfrentamientos en tiempos de convulsa política, de enfrentamientos entre liberales y absolutistas y de revanchas tras la invasión francesa que reinstauró a Fernando VII en el trono absoluto». La prohibición se mantuvo en 1825, aunque la llegada de Arjona en mayo cambió la situación. El que sería catalogado como “Virrey de las Andalucías”, encauzó la situación en la Semana Santa de 1826, año en el que salieron siete cofradías.

El Domingo de Ramos lo hizo el Amor, el Jueves Santo procesionó la Quinta Angustia, en la madrugada del Viernes los hicieron el Gran Poder, la Macarena y la Carretería (el Silencio no salió por lluvias), y el Viernes Santo se cerró con los cortejos de la Exaltación y de la Trinidad. A pesar de las tensiones que trajo una primera prohibición de supresión del hábito de nazareno, luego derogada, era la vuelta a la normalidad tras cinco largos años de crisis. Tuvo mucho que ver la gestión del Asistente Arjona, al que Manuel Chaves calificó de “hombre de mando y de mundo”. Sevilla y su Semana Santa lo agradecieron.

Doscientos años después, Sevilla vuelve a vivir un binomio sin procesiones en la calle. Lo que hace dos siglos lo impidió la situación política de un país, es una pandemia mundial la que provoca que Sevilla quede huérfana de nuevo de su Semana Santa.

abc

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