¿Si no hay pasos no hay Pregón en Sevilla?

No habrá procesiones de Semana Santa por motivos obvios, pero eso no quiere decir que no pueda haber Semana Santa. Otra interpretación nos lleva a ese callejón sin salida de los sacapasos de siempre. Y tal vez por eso tampoco habrá Pregón de Semana Santa pero sí un homenaje al Pregón de Semana Santa, por absurdo que suene. La conclusión es que no se puede pregonar el misterio de la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Cristo si no hay pasos en la calle porque el sentido verdadero de todo eso son los pasitos, ¿no? Yo es por aclararme.

Así parece que es, pero no lo veo ni justo, ni lógico ni bello, sino todo lo contrario. Que el año pasado se suspendiese el Pregón en plena psicosis de la pandemia, cuando se habían cancelado también las procesiones y vivíamos un confinamiento rayano con el apocalipsis, tiene su lógica severa. Pero que este año, después de todas las concesiones que han convenido en materia de espectáculos, y sobre todo después de haber entendido que la humanizada pasión terrenal la hemos vivido con estos millones de muertos que todavía calientan el aire de unas medidas sanitarias que siempre consultan el calendario festivo antes de pregonarse, que no haya Pregón cofrade y sí, en cambio, un acto de similares características pero tal vez con menos público y más protagonistas sobre el escenario parece algo tremendamente ridículo.

El plan parece incluso triste si tiene el beneplácito del clero y de los que se dicen verdaderos cristianos. Porque este año distinto hubiera requerido un Pregón distinto, y el auténtico reto hubiera sido pregonar justamente la realidad tan plural de pasiones y muertes de tantos Cristos como están dando la vida por la maldita pandemia o por luchar contra ella y, al mismo tiempo, pregonar también la Esperanza de la Resurrección o, lo que es lo mismo, la esperanza humana convertida en designio divino de que, de esta, vamos a salir.

El esperado Pregón de la próxima primavera no hubiera necesitado la concurrencia del gentío y los misterios por nuestras calles una semana después, sino el profundo canto a ese sacrificio o ejercicio de responsabilidad que hace posible que cada uno de nosotros permanezca en sus casas ostentando la misma intensa fe en el misterio de lo que nos ocurre, cada cual acogiéndose a los titulares que quiera.

Pero supongo que todo eso es pedir demasiado en una sociedad en la que incluso los que no creen más que en sí mismos llevaban todo el año soñando con pasear su varita. Si pensamos de esta manera es verdad: ¿qué vamos a pregonar?

ElcorreoWeb

Deja un comentario