Lleno total en la Catedral para seguir el Vía Crucis de la Federación de Cofradías de Granada

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«La penitencia vuestra en este año es, como lo fue en el pasado, no poder procesionar por las calles de Granada en los días de Semana Santa, pero yo os invito a prepararnos y a hacerlo para vivir estos días de otra manera». Con estas palabras del deán-presidente del Cabildo de la Catedral, Eduardo García, concluyó ayer el rezo de las catorce estaciones del Vía Crucis. Animó a los cofrades a seguir ese camino de la cruz para que «cuando todo regrese a la normalidad vivamos con más fe nuestra Semana Santa». Y en ese empeño estuvieron los cofrades que llenaron totalmente el espacio disponible en el interior de la Seo granadina llegando en momentos a tener que cerrar las puertas del templo por haberse cubierto el aforo del recinto religioso.

En el acto no estuvo el arzobispo de Granada y en su lugar lo presidió por vez primera el deán de la Catedral, que tomó posesión en fechas posteriores al verano y que está aterrizando en esta responsabilidad durante todos estos meses, siguiendo las celebraciones distintas que se desarrollan en el interior del templo catedralicio.javascript:falsePUBLICIDAD 

Tras las primeras palabras de bienvenida que ofreció el secretario de la Federación de Cofradías, Roberto Martín, se inició el rezo del Vía Crucis en el que se leyeron los textos del Papa Francisco. Martín indicó que «el camino de la cruz es camino de amor y entrega». Después, se alternaron en el uso de la palabra para el rezo de las estaciones los cofrades Fernando García, hermano mayor de la de Jesús de la Paciencia y María Santísima de las Penas, y Patricia Pilar y Cristina Bueno, ambas de la cofradía de Nuestra Señora de los Dolores. Y es que hasta allí se había trasladado unos días antes la imagen de la Virgen, que cumple 60 años en el presente. Por este motivo su cofradía había determinado solicitar estar en este acto piadoso. Y así se consiguió a través de un traslado mecánico y en privado.

Vestimenta extraordinaria

Francisco Garví, su vestidor, fue el encargado de procurarle un atuendo apropiado vistiendo con el negro de luto a la venerada imagen –salida del taller de Aurelio López Azáustre en 1961– con un manto liso a los hombros que estrenaba en esa ocasión. La Virgen de los Dolores también estrenó «una preciosa toca o velo de luto de comienzos del siglo XIX realizada a modo de goyesca o velo negro. Presentaba un bordado central y por todo el fondo un bordado de puntilla magnífico», según contó su vestidor, Francisco Garví.

La Virgen de los Dolores, que se venera durante el año en una de las capillas de la parroquia de San Pedro y San Pablo, llevaba una saya bordada en oro, de lamé de plata, salida del taller de Martínez Hurtado y estrenada hace unos años. Se vestía con un tocado de aplicación de Bruselas y en el pecho «un cuello de guipur, con daga y rosario de azabaches y temblores», describe su vestidor. Como detalle también, en el pecho, una cruz pectoral en plata y taracea, regalo de unos hermanos que estrenaba en esta ocasión.

El conjunto del altar donde se había depositado a la Virgen de los Dolores se completaba con los candelabros de guardabrisas del paso de Jesús de la Sentencia y, tras la Dolorosa, una cruz de manera sencilla con sudario procedente de la hermandad del Señor de la Humildad.

Una a una, las estaciones se fueron desgranando con las reflexiones de los canónigos Antonio Muñoz Osorio y Manuel García Gálvez, acompañados por el consiliario de la Federación de Cofradías, José Gabriel Martín, y el propio deán. El acto religioso se prolongó durante una hora y cuarto, quedando finalmente la imagen de la Virgen de los Dolores en el interior del templo hasta su regreso en la mañana del sábado, también a través de medios mecánicos.

En la primera fila se encontraba junto al presidente, Jesús Muros, y el vicepresidente, Armando Ortiz, el concejal y teniente de alcalde del Ayuntamiento de Granada, José Antonio Huertas. La Catedral se vio repleta de fieles y cofrades que, con todas las normas sanitarias presentes, ocuparon la nave central, debiéndose cerrar el acceso de público en determinados momentos por superar el aforo permitido.

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