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Cuando yo nací en el 49, ya hacía 3 años que nuestra Virgen había llegado a Almería. Mis padres, actores directos de todo el proceso de la fundación y bendición de la Virgen, me lo han relatado desde que tengo memoria. Así que he oído, conocido y sentido la gestación de este proyecto tan importante en nuestras vidas.
Los datos que voy a aportar y que por fuerza serán muchos, irán siempre unidos al recuerdos de las numerosas personas que contribuyeron a llevarlo a cabo. No me gustaría dejarme a ninguna en el olvido pues es de justicia reconocerles su ilusión, trabajo y dedicación.
El encargo
Corrían finales del año 45. La Junta Directiva existente decidió que había llegado el momento de tener la imagen mariana titular para la cofradía.
Dicha Junta de gobierno estaba formada por José López-Gay, Sebastián Vidal, Pepe Caballero, Torrecillas, Antonio Mateo, Carmen Belda, Elena Pezzi, Carmen Morales, Fernando Brea, Rafael Martínez de los Reyes y los directivos y colaboradores Enrique Alemán, Chico Boy, Pepe Sánchez Uribarri y Natalia Cuenca.
Francisco Sainz Sanz , Hermano Mayor, había propuesto su retirada del cargo coincidiendo con la nueva época que comenzaba. Iniciativa que en ningún momento se aceptó ya que era la persona que más había trabajado en la fundación de la Hermandad. Se llegó al acuerdo que permanecería en su cargo al menos hasta la primera salida procesional de la
imagen.
José López-Gay fue el responsable de encargar a su cuñado, Mario López Rodríguez, amigo y contertulio del imaginero sevillano Antonio Castillo Lastrucci, la talla de una imagen mariana.
El contrato se firmó en Sevilla el 14 de Enero de 1946, siendo el precio acordado 3000 pesetas. A pagar, 1000 a la firma y el resto a la entrega que quedó fechada para el mes de marzo.
La amistad entre los dos firmantes fue el motivo para que se ofrecieran un máximo de facilidades y además se contara con su colaboración para buscar los enseres imprescindibles para su Bendición y Primera salida procesional. Valga como ejemplo la corona que lució la Virgen en los primeros eventos que se sucederían.
Los preparativos
El 4 de Marzo fue la boda de mis padres. Ahí comenzó en realidad la preparación de la Bendición y como imagináis, puedo contarlo de primera mano.
Mi madre, Carmen Belda, encargó el vestido de novia en Madrid pensando que después de su enlace sería la Virgen la que lo luciera. Ya que solo habría un mes de diferencia entre su matrimonio y la bendición.
Así que, a la vuelta del viaje de novios empezó a arreglarlo con la ayuda de mi abuela, Josefina Alberti. Estos trabajos de adaptación del traje a la imagen consistieron entre otros en:
- Aprovechar la cola del vestido para hacer los manguitos y unas enaguas entre otras cosas.
- Cambiar el sentido del traje de novia. Como la parte delantera tenía escote la pasaron detrás y por delante se puso la posterior que con su botonadura se adaptaba mejor a la imagen y al candelero.
- Realizar un pecherín con encajes en cascadas que cubriría el pecho y donde se coserían las joyas que luciría la Virgen.
Y hablando de alhajas, mi madre recuerda al menos las siguientes: su pulsera de pedida de zafiros y diamantes; un juego de pendientes y broche de oro y perlas de los Alberti; otro broche de los Merello y varias cadenas y anillos de oro de distintas familias de los directivos.
La Virgen se terminó de vestir con el arreglo de la mantilla puesta por Elena Pezzi, Carmen Morales y Carmen Belda.
El Secretario entonces de la Hermandad, Pepe Caballero , fue el encargado de la colocación del rostrillo, manto de aguas, la toca que le regaló Doña Carmen Góngora y la corona que le había sido prestada, como conté anteriormente.
La imagen se situó en la parte derecha del Altar Mayor de la Catedral, embellecida con las flores que aportó la Viuda de Ruano y colocadas bajo la dirección de Natalia Cuenca. Dicho arreglo consistía en alhelíes, pillanovios, calas y algunos claveles. Y por supuesto, todo blanco.
Se utilizaron, además, dos ánforas de plata pertenecientes a José López-Gay y que aún siguen acompañando a la Esperanza cada Miércoles Santo.
La bendición
Trece de Abril de 1947. Llegó el día ansiado. Por una parte se completaba la Cofradía y por la otra llenaba de felicidad a numerosos jóvenes almerienses que habían participado en la aventura.
La Catedral, con un lleno absoluto, estaba esplendorosa. Como notario del acto, el Obispo de Almería, D Enrique Delgado Gómez que realizó además la bendición.
D. Andrés. Pérez Molina, fundador y director espiritual de la Cofradía y profesor del Instituto, fue el encargado de dirigir la palabra.
La Presidencia encabezada por el entonces alcalde de Almería, D. Miguel Viciana y los Gobernadores Civil y militar, directores del Instituto, Escuela de Comercio y Magisterio, terminaban formado el elenco de autoridades presentes. Además de, por supuesto, todas las personas relacionadas con el mundo cofrade.
Fue una ceremonia preciosa que marcó un punto de inflexión en la Semana Santa almeriense. Ahora con la visión del tiempo transcurrido, la Virgen del Amor y la Esperanza junto a la Hermandad de los Estudiantes, fueron el motor de las Hermandades en Almería. Después de conocer la más absoluta soledad, logró ser cantera de formación y recuperación de las distintas cofradías y dar consistencia y auge a lo que es hoy en día nuestra Semana Santa.
Las primeras salidas procesionales
Empezaba la nueva hazaña: la primera salida procesional. Con mucha ilusión y alguna improvisación, la Virgen desfiló por las calles de la ciudad. A pesar de la escasez del patrimonio, el evento resultó entrañable.
La imagen fue montada en una especie de parihuela que tenía un encaje y unos faldones a modo de respiradero. Unas 50 velas eléctricas, montadas por Segado, que era a la vez capataz del trono. Unas flores puestas sobre maroma de alfalfa, de nuevo aportadas por la viuda de Ruano y puestas bajo la dirección de Natalia Cuenca.
Se estrenaron 50 túnicas blancas y caput verde con cirios que sumados a las mantillas consiguieron un cortejo de una gran dimensión, consiguiéndose una noche inolvidable. Una vez encerrada la procesión en la Catedral y con la satisfacción de las cosas bien hechas, se decidió hacer una convocatoria extraordinaria de la Junta Directiva lo antes posible.
Dicha reunión, que contó con una asistencia masiva, se llevó a cabo el lunes siguiente. Se decidió encargarle a José López-Gay el diseño de dos pasos nuevos para la siguiente Semana Santa.
Los dos pasos se hicieron en la Serrería de Lopez-Guillén. Eran de madera de haya y el encargado de realizarlos en la máquina Tupi, fue Pepe Iborra, empleado de la empresa y artesano de primer nivel.
El paso de la Virgen se hizo con parihuela, con faldones y candelería eléctrica de 150 puntos de luz con la composición de 10 candelabros de 5 puntos; 10 con 4 puntos; 10 con 3; 10 con 2 y 10 con un punto de luz. Todos estos candelabros tallados y torneados también por Pepe Iborra. El palio fue de cajón con un bastidor forrado de terciopelo verde con raso blanco en el interior. Llevaba 4 focos de luz en las esquinas y un encaje de oro de 10 cms de una gran belleza.
Fue confeccionado por Carmen Góngora al igual que los faldones. Los varales eran de metal, pulidos en los tornos del Chorro y montados y rematados en los talleres de Algarra. Este palio, que ahora es habitual en los pasos en Almería, constituyó una novedad que marcó la diferencia con lo que existía hasta entonces en la Semana Santa.
La ampliación del paso
Pero había un problema: la falta de proporciones del paso. Así que en el año 1957 se ensanchó unos 60 centímetros. Al trono antiguo se le hizo en los talleres de López Guillén una cubierta en pino Oregón que lo agrandó unos 30 centímetros por cada lado, adaptándose así a las proporciones adecuadas. La ampliación consistió en unos respiraderos a modo de 14 capillas con un apóstol dentro de cada una y situándose en las centrales, la Virgen y S. José. Las imágenes fueron encargadas a Galerías Harby y el hermoso palio de malla con fleco de oro a tapicerías Mañas.
Una vez adoptadas las medidas normales tanto en el techo como en las bambalinas, se consiguió un nuevo paso con prestancia, belleza y valor. Esta remodelación obligó, sin embargo, a un nuevo recorrido. Se abandonó la calle Cubo y se bajaría ahora por Conde Xiquena e Infantas. Después de esta primera salida con la ampliación del paso de la Virgen, se produjo un percance a la entrada en la Catedral. El trono de la Virgen rozó la puerta, se golpéo y se dañó. Segado, que había sido hasta entonces el capataz, fue destituido en el acto.
En este punto quiero recordar una anécdota curiosa. Un joven monaguillo, al contemplar el accidente, se acercó diligente al Hermano Mayor, y le dijo:
-“Yo me comprometo a sacarlo el año que viene”.
Y José López -Gay, atónito, mirándolo con las esparteñas en la mano, aseveró:
– “Hecho”.
Ese muchacho era Pedro Pavón Espín. Y este fue el principio de una vida dedicada a la Cofradía.
Y también me gustaría relatar algo de lo que fui testigo. Desde finales de los cincuenta, la directiva que llevaba ya 15 años de trabajo a sus espaldas y sin contar con demasiadas ayudas, propuso preparar como Hermano Mayor a Fafi Martinez Durbán, estudiante de la Escuela de Comercio y persona muy activa en la Cofradía y a la que se otorgaba cada vez mas poder con el fin de llevar a cabo el relevo generacional.
Pero Fafi decidió hacer periodismo en Madrid y eso acabó con las opciones de sucesión. Se perdió un estupendo Hermano Mayor pero se ganó un excelente profesional durante 40 años en TVE.
El relevo generacional
Así las cosas, se formó una comisión compuesta por Sebastián Vidal, José Caballero y José López Gay que se dirigió a la Delegación de la Juventud, en donde la Cofradía celebra actualmente la Cruz de mayo, con el propósito de ofrecer al Delegado de la Juventud la posibilidad de buscar jóvenes que se quisieran implicar en la vida de la Hermandad.
El Delegado, entusiasmado, tomó la idea como propia y en 15 días preparó una reunión con las personas que había escogido. A dicha reunión, presidida por el Delegado, acudieron por parte de la Cofradía, los integrantes de la comisión anteriormente citados y los jóvenes propuestos: Andrés García Lorca, Gabriel Algarra y Antonio Cueto, por parte de los estudiantes.
Una vez explicada la situación por los directivos y contestadas todas las dudas posibles de los jóvenes, la Delegación se comprometió a ayudar durante el primer año. Fue entonces cuando los jóvenes aceptaron el reto con mucha ilusión y responsabilidad.
Se redactó un documento de cesión patrimonial y los nuevos miembros ya aportaron una lista de los posibles componentes de la Junta, a la que se unieron, además, tres miembros a petición de los directivos salientes. Y aquí es donde entro yo junto a Pedro Pavón y Jesús López-Gay, que habiendo formado parte de la Cofradía desde niños, ahora asumíamos, por fin, un papel protagonista.
Para concluir me gustaría hacer constar que prácticamente todo lo narrado forma parte de mis recuerdos. Unas cosas por haberlas vivido; otras por haberlas oído a los miembros más antiguos o por las preguntas hechas a mi madre con ocasión de este escrito. Mi madre entró en la Cofradía en el año 44, siendo aún novia de mi padre y a sus 94 años y a veces con gran esfuerzo, ha ido contestando a todas mis preguntas e incluso anotando fechas, detalles y nombres. Así que si existiera algún error o algo en mi relato no se acordara con la realidad, pido perdón por ser fruto de mis 71 años. Me voy haciendo mayor.
José Luís López-Gay Belda